Fuentes de humus en las explotaciones agricolas y ganaderas

Fuentes de humus en las explotaciones agricolas y ganaderas

Subproductos ganaderos

Los residuos de las explotaciones ganaderas pueden considerarse desechos que deben ser eliminados o subproductos que aportados al suelo se utilizan esencialmente como fuentes de humus que, empleados en condiciones ajustadas a un uso racional y sostenible, representan una práctica de manejo agronómica y económicamente interesante.

Aunque en todos ellos el componente principal son las deyecciones del ganado, en función de su grado de dilución, de la presencia o no de cama en su composición y especie de procedencia, se distinguen varias clases de estos subproductos: estiércol o estiércol natural, estiércol semilíquido o “lissier”, purín, gallinaza,
etc.

Estiércol

El término estiércol o estiércol natural, se identifica con el fertilizante orgánico que proviene de la fermentación en mayor o menor grado, de una mezcla de excrementos animales sólidos y líquidos con los materiales vegetales que, extendidos sobre el suelo del establo, se utilizan como cama para el ganado.

Un buen manejo del estiércol puede introducir mejoras considerables en el contenido y en la calidad de la materia orgánica del suelo, además de ejercer acciones positivas sobre un variado conjunto de propiedades edáficas.

El poder humígeno del estiércol es muy variable, dependiendo de diversos factores tales como la especie ganadera del que procede, del sistema de explotación y alimentación, de la naturaleza y cantidad de la cama, del grado de fermentación, humedad, etc.

Con carácter orientativo para un estiércol bien descompuesto, el valor humígeno medio se puede estimar en un 10% de su peso fresco, es decir 1.000 kg de estiércol pueden generar 100 kg de humus. En correspondencia con el beneficio que produce sobre la fracción orgánica, el estercolado es capaz de actuar positivamente sobre la condición física de las tierras mejorando aspectos tales como la estabilidad estructural, la porosidad y la capacidad de almacenaje de agua del suelo.

Por otro lado, el estiércol ejerce también un efecto favorable en la condición biológica del suelo por el gran y variado número de microorganismos que posee, cuyo aporte produce transformaciones químicas que favorecen el aprovechamiento.

En suelos con un contenido de materia orgánica adecuado, la cantidad de estiércol a aportar deberá ser la necesaria para conservar el nivel de humus (dosis de conservación), mientras que en aquellos suelos con escaso contenido en materia orgánica, habrá que aportar la cantidad suficiente para corregir este déficit (dosis de corrección).

En la tabla 6.6 se indican las aportaciones de estiércol, según el tipo de suelo. Aunque el estiércol debe evaluarse esencialmente como una enmienda, no debe desdeñarse su valor como fertilizante, si bien como proveedor de nutrientes de baja graduación en comparación con los fertilizantes minerales.

Así, por ejemplo, puede decirse que en una incorporación de 20.000 kg/ha de estiércol fresco de vacuno (con 80% de humedad), se aportan al suelo 60 kg de N/ha y 80 kg de K2O/ha y 20 kg de P2O5/ha. Del nitrógeno aportado por el estiércol de vacuno sólo un 20-30% se mineraliza el primer año; en los demás estiércoles, el porcentaje de nitrógeno mineralizado el primer año se sitúa entre el 40-50%.

Pero no todas son ventajas en las consideraciones que pueden señalarse respecto a la aplicación de estos productos. El estercolado en dosis elevadas puede incrementar la salinidad y elevar el pH.

En un rápido balance es lícito sostener que los beneficios del estercolado son más importantes que sus aspectos negativos, si bien para que se cumpla esta afirmación es menester tener en cuenta los factores que afectan a su eficiencia de uso agronómico.

En la aplicación del estiércol, cuyo objetivo prioritario es el mantenimiento del equilibrio húmico del suelo, deberá tenerse en cuenta fundamentalmente la alternativa y rotación de cultivos, la climatología de la zona y el tipo de suelo y su contenido en materia orgánica, en función de todo lo cual, se determinarán las cantidades a aplicar, época y frecuencia de las aportaciones.

Estiércol semilíquido o “lissier”

Compuesto por una mezcla de deyecciones sólidas y líquidas generalmente diluidas por las aguas de arrastre o limpieza de los fosos de recogida, sin presencia de materiales de cama, y que a veces de forma errónea, se confunden con los denominados purines.

El bajo contenido en ligninas y celulosa (estiércol sin mezcla de “camas”) motiva su escaso poder humígeno, lo que unido a las riquezas en nutrientes 0,5% N, 0,2% P2O5 y 0,6% K2O, (valores medios), hace que este tipo de estiércol deba ser considerado como un fertilizante compuesto aunque desequilibrado y no como una enmienda. Hay que significar que prácticamente el 50% del nitrógeno está presente en forma amoniacal, por lo que está a disposición  de la planta con mayor rapidez que el aportado por el estiércol natural.

Purín

Proveniente de los líquidos que fluyen de los alojamientos del ganado y de la lixiviación de los montones de estiércol, tienen por lo general un escaso contenido en materia orgánica, por lo que no debe ser considerado como una enmienda, sino como aportador de pequeñas cantidades de nutrientes, en menor grado que el lissier.

Gallinaza

Constituido esencialmente por excrementos de las aves. Se trata de un producto que tiene
un alto contenido en materia seca, nitrógeno y calcio. Su composición media es de 1,4% de
N, 1,6% de P2O5, 0,9% de K2O y 2,4% de CaO, con un contenido en materia orgánica del 20%.

Palomina

Es un residuo (excrementos de palomas), de mayor valor fertilizante que la gallinaza aunque más pobre en calcio. Su contenido medio en materia orgánica puede estimarse en un 30% y su riqueza en nutrientes de 1,8% N, 1,9% P2O5, 1% K2O y 1,6% CaO.

Residuos vegetales

Abonos verdes

El cultivo de plantas para enterrarlas como abono verde es una práctica muy antigua en la
agricultura mediterránea. Con ella se contribuye a mantener la actividad biológica del suelo mediante la formación de un humus joven, de evolución rápida y, generalmente, rico en nitrógeno. Con los abonos verdes se consiguen también otros efectos que, aunque considerados secundarios, pueden ser muy interesantes en la práctica agrícola. Durante el otoño e invierno, el cultivo actúa como una cubierta vegetal que protege el suelo de la erosión y, enterrado en la época adecuada, puede contribuir en forma decisiva, además, al control de la vegetación adventicia. A estos cultivos se les imputan también algunos efectos desfavorables que conviene tener en cuenta. Entre los más destacados se citan, por una parte, el consumo de agua que puede tener una incidencia importante en los balances hídricos del suelo cuando se eligen equivocadamente las fechas de siembra, cultivo y enterramiento, y, por otra, el coste que representa desarrollar un cultivo en el que el agricultor sólo realiza gastos, sin obtener ninguna compensación monetaria. Sin embargo, el beneficio económico de esta práctica reside, lógicamente, en actuar de forma positiva sobre la fertilidad del suelo.

Las plantas elegidas deben reunir las siguientes características:
• Ser un cultivo rústico, de pocas exigencias agrícolas y con mínimos gastos.
• Presentar alta velocidad de crecimiento, lo que permitirá, en caso necesario, sembrarlas
como cultivo intercalar entre dos cosechas principales.
• Tener un elevado potencial para producción de biomasa.
• Presentar, en el momento de su enterramiento, adecuada proporción de materia seca y
relativa lignificación. La cantidad y estabilidad del humus formado dependerá de estas dos
características.
• Poseer, si se trata de una especie leguminosa elevada capacidad nitrofijadora para enriquecer el suelo en nitrógeno. Para los restantes nutrientes minerales, el abono verde sólo tendrá un efecto de reciclado de los elementos que previamente haya extraído del suelo, o de los fertilizantes que pudieran habérsele aportado.

Residuos de cosechas

Enterrar los residuos de las cosechas es una práctica muy interesante para conservar el equilibrio húmico de los suelos en la forma más natural y económica posible, ya que con esta práctica se devuelve al suelo una parte importante de la materia orgánica que se ha formado en el desarrollo del cultivo.

Lógicamente, la cantidad de humus que se genera con esta práctica depende del volumen de residuos y de su composición. En este sentido pueden tenerse en cuenta las consideraciones señaladas para los abonos verdes, aunque en este caso se espera a retirar la cosecha y únicamente se entierran los residuos que no representan la cosecha principal.

Según sea la especie cultivada y el sistema de cultivo, habrá más o menos residuos y, a su vez, cuanto mayor sea su contenido en materia seca y más elevada sea su composición lignocelulósica, se producirá mayor cantidad de humus estable. Residuos ricos en agua y poco lignificados generan poco humus que, por otra parte, es un humus muy lábil que se mineraliza muy rápidamente.

Con rotaciones de cultivo bien ordenadas y gestionando adecuadamente el enterramiento de los residuos de las cosechas, es posible conseguir en la agricultura mediterránea una recuperación que puede variar entre el 30 y el 50% de la cantidad de humus del suelo mineralizado durante el desarrollo de la rotación.

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