Abonado del olivo

Abonado del olivo

Casimiro García García
Doctor Ingeniero Agrónomo
Profesor Titular de Producción Vegetal. Fitotecnia
ETSIA. Universidad Politécnica de Madrid

.

NECESIDADES NUTRICIONALES

Las necesidades responden a la cantidad de elementos nutritivos que el olivo consume a lo largo de su ciclo vegetativo. En estas necesidades están incluidos los requerimientos para:

  • • Producir la cosecha.
  • • Desarrollar nuevos órganos vegetativos: raíces, tallos, brotes y hojas.
  • • Crecimiento de órganos viejos permanentes: tronco y ramas.

El suelo, normalmente, no puede suministrar a una planta perenne los nutrientes necesarios para su crecimiento y producción en el tiempo adecuado. Es por ello, que el agricultor, si quiere atender las necesidades nutritivas del olivar, tendrá que establecer un programa de abonado racional basado en las extracciones de nutrientes por el olivo en relación a la producción esperada, la fertilidad del suelo, el estado de nutrición del árbol y los nutrientes aportados por las reservas contenidas en tallos y hojas viejas.

Las cantidades de nitrógeno, fósforo y potasio que el olivo extrae anualmente, por cada 1.000 kg de aceituna recogida, han sido estudiadas por varios investigadores, y pueden oscilar entre los siguientes valores:

Nutrientes (kg/1.000 kg de aceitunas)
N 15-20
P2O5 4-5
K2O 20-25

Tan importante como conocer las necesidades de nutrientes del olivo es conocer su ritmo de absorción a lo largo de las distintas fases vegetativas, que debe tenerse presente a la hora de aportarlos al cultivo.

Las mayores necesidades de nitrógeno se sitúan en la floración y el cuajado del fruto, en tanto que las de potasio son más importantes a partir del endurecimiento del hueso y el engorde de la aceituna.

Las necesidades de fósforo no presentan unas puntas tan acusadas y son más regulares a lo largo del ciclo.

El plan de abonado debe tener también presente la fertilidad del suelo y sus características
físico-químicas. La realización de análisis de suelos puede orientarnos sobre la capacidad de cada suelo para abastecer de nutrientes, de forma inmediata, a la plantación de olivar, sobre todo en lo que se refiere al suministro de fósforo y potasio.

Dado que el olivar se asienta en su mayor parte en suelos generalmente pobres en materia orgánica, el posible suministro de nitrógeno por su mineralización será escaso. La incorporación al suelo de las hojas viejas y otros residuos vegetales del árbol le aporta a medio y largo plazo materia orgánica.

En cuanto al fósforo, al ser los suelos donde vegeta el olivar, en una gran parte, ricos en carbonato cálcico, el fósforo está precipitado y por tanto no está disponible para el cultivo de forma inmediata. En lo que se refiere al potasio, son frecuentes las deficiencias en los suelos arcillosos en que se asienta el olivar, ya que el potasio está fuertemente fijado a las arcillas y las condiciones de sequía, normales en el cultivo, impiden su absorción.

Con relación al estado nutritivo del olivar, el análisis foliar proporciona una referencia muy válida que nos puede servir de guía para el cálculo del abonado. El análisis foliar es útil no sólo para conocer el nivel de nutrientes antes de que aparezcan deficiencias nutritivas, sino también para conocer la proporción entre ellos, ya que si está desequilibrada puede ocasionar trastornos nutricionales al cultivo.

Como en el olivo se pueden encontrar hojas de tres edades: del año en curso, de un año y de dos años, cuyos contenidos en nutrientes pueden variar, y como éstos también varían a lo largo del año, se debe realizar el muestreo de las hojas en la parada vegetativa del mes de julio y elegir las hojas con pecíolo procedentes de la parte central de la brotación del año. En la tabla 27.5 se muestran los niveles críticos en hojas de olivo.

Los órganos viejos permanentes, durante la brotación y floración, exportan nutrientes a otras partes del olivo. Como estos órganos, más adelante, recuperan del suelo los nutrientes exportados, esta aportación de nutrientes no debe considerarse en el plan de abonado.

En cambio, las hojas viejas sí deben considerarse como aportadoras de nutrientes, pues desde ellas se produce un trasvase de elementos nutritivos hacia los nuevos órganos y estos nutrientes no pueden reponerse a lo largo del ciclo vegetativo porque, poco tiempo después, estas hojas se desprenden del árbol.

Las inflorescencias, botones florales y frutos pequeños recién cuajados, caídos al suelo durante el proceso de floración y cuajado, y las hojas viejas que se desprenden, suponen una reincorporación al suelo de nutrientes que, a medio y largo plazo, pueden ser aprovechados por el olivo.

Papel de los nutrientes en el olivar.

El nitrógeno, es el elemento más importante en la fertilización del olivo. Acelera la actividad vegetativa y el desarrollo de la planta, aumenta la capacidad de asimilación de otros elementos e influye, más que los demás elementos, en la producción. Es poco estable en el suelo, razón por la que hay que tenerlo presente anualmente en los programas de fertilización.

Un abonado nitrogenado excesivo no mejora la calidad del aceite ni la producción, aumenta la sensibilidad a las heladas y a las enfermedades y retrasa la maduración de los frutos. En el olivar tradicional se recomienda aplicar entre 0,5 y 1 kg N/árbol, sin superar, en todo caso, 150 kg N/ha.

El fósforo forma parte de compuestos que intervienen en muchos procesos bioquímicos que tienen lugar en la planta. Acelera la maduración y mejora la floración y el cuajado. La respuesta del olivar a las aportaciones de fósforo es menos evidente que la de nitrógeno y sólo se produce al cabo de unos años de abonado. No suelen ser frecuentes, en las zonas olivareras españolas, los suelos pobres en fósforo, aunque al tener un alto contenido en caliza el fósforo está en forma insoluble. En caso de deficiencia se puede aplicar 0,5 kg P2O5/árbol.

El potasio desempeña una labor importante en el transporte de azúcares en la planta, en la transpiración y en numerosos procesos bioquímicos en los que tiene que estar presente. Aumenta la resistencia del árbol a las heladas y a las enfermedades criptogámicas. Mejora el tamaño y la calidad de los frutos.

El olivo precisa de grandes cantidades de potasio y si la cosecha es abundante y las extracciones han sido elevadas pueden presentarse deficiencias, necrosándose las hojas y defoliándose el árbol. También la deficiencia puede presentarse en años muy secos, en el secano. Las deficiencias de potasio son difíciles de corregir y por ello es importante mantener una adecuada concentración de este elemento en las hojas. El olivar responde bien a las aplicaciones de potasio que se sitúan entre 1 y 2 kg K2O/árbol.

El boro es un microelemento de gran importancia para el olivo, cuya deficiencia aparece más frecuentemente en suelos calizos y terrenos secos. Los olivos con deficiencias en boro presentan problemas en la floración y en el cuajado, con elevado número de frutos deformes. A veces la deficiencia se confunde con la de potasio.

El hierro es otro microelemento que debe ser tenido en cuenta en el olivo, que puede manifestar deficiencias en hierro aún estando este elemento presente en el suelo, debido a la inmovilización que produce el ión bicarbonato sobre este nutriente. Los árboles afectados por clorosis férrica presentan síntomas característicos de clorosis en las hojas.

En cuanto a los elementos secundarios, el calcio, es un elemento al que tradicionalmente se le ha prestado poca atención, porque la mayor parte del olivar está asentado en suelos muy
calizos y existe la errónea teoría, de que al haber mucho calcio en el suelo, el olivo ya absorberá el necesario; pero este calcio está en formas insolubles y por tanto puede ser necesario la aplicación de fertilizantes que aporten calcio soluble.

Deficiencias nutritivas

En la tabla siguiente se presentan los síntomas más frecuentes de deficiencias nutritivas en el olivar.

Elemento nutritivo Síntomas observados debido a deficiencias
Nitrógeno Raquitismo, entrenudos cortos, las hojas quedan pequeñas, deformadas y algunas veces con clorosis difusas, pudiendo aparecer más tarde algunos tintes rojizos sobre todo en las hojas viejas.
Ésta es una de las causas por la que, a veces, el ovario no alcanza su completo desarrollo.
Fósforo Algunos de los síntomas de carencia de fósforo son parecidos a los del nitrógeno, especialmente el poco desarrollo de las hojas y otras partes del árbol, pero sin presentar deformaciones como en aquel caso. Hojas de menor tamaño, en las que, en la parte apical, aparecen zonas de color verde más claro, mientras que se mantiene el color normal, o incluso más oscuro, en la zona próxima al pedúnculo.
Pueden aparecer pequeñas manchas cloróticas, sobre todo al final de verano y en invierno.Zonas necróticas, principalmente por la parte del ápice, y casi siempre marginales; corrientemente en invierno oprincipios de primavera. En ocasiones se ven olivos con este síntoma y no hay hojas con los anteriormente descritos.
Potasio Suelen manifestarse antes en los tejidos y partes más viejas, produciendo un debilitamiento de los mismos, porque al ser un elemento muy móvil, emigra fácilmente de un sitio a otro de la planta, y los tejidos más viejos se agotan en beneficio de los más jóvenes. Reducción del crecimiento vegetativo. Hojas más pequeñas que las normales y tienen en el ápice una zona de colormás o menos atabacado; en algún caso esa zona está en el borde pero casi siempre cerca del ápice; alguna vez losbordes se enrrollan. Normalmente no hay zona de transición entre la parte enferma y la que parece sana.
Calcio Intensa clorosis en las hojas en la parte apical, pudiendo variar el color de amarillo verdoso en las hojas jóvenes, al amarillo anaranjado en las más viejas; también en las hojas viejas pueden verse alguna vez zonas necrosadas e incluso bordes rasgados.El sistema radicular se desarrolla poco y cuando el proceso está avanzado, las partes terminales adquieren a veces una consistencia gelatinosa.
Magnesio Zonas cloróticas en las hojas que avanzan desde el ápice hasta la base, siendo gradual la transición de una zona a otra,por lo que no hay una línea clara de separación entre ambas. Si continúa la situación deficitaria, puede haberdefoliación en las ramitas jóvenes, acompañada de necrosis en las partes terminales, así como de una reduccióngeneral del crecimiento de la planta.
Azufre Este elemento interviene también en la formación de la clorofila y su falta produce una clorosis parecida a la de la carencia de nitrógeno.
Boro El síntoma más corriente en las hojas es la presencia en la parte apical de una mancha que parece como una quemadura, e incluso con alguna parte necrótica; en estas hojas es muy característica la existencia de una zona amarillenta, que suele haber entre la parte enferma y la de aspecto normal de la hoja.En ocasiones, además de algunas deformaciones, puede tener lugar una considerable caída de hojas, llegando aformarse lo que se conoce como “escobas de bruja”.Cuando la falta de boro no es muy acusada, la fructificación puede ser aparentemente normal, pero el fruto formado tiende a caer, especialmente en el verano. Otras pocas veces, algunos frutos llegan a madurar, pero suelen estar muydeformados, lo que da lugar a lo que se conoce como “cara de mono”.Cuando hay exceso de boro, se observan zonas necróticas en la parte apical de las hojas, no habiendo transición entre una parte y otra de la hoja. Los árboles fuertemente afectados por la toxicidad no producen flores.
Cobre Acortamiento de los entrenudos, pudiendo llegar a formar “rosetas”, acompañado a veces de una anómala ramificación
Hierro Síntomas muy claros de clorosis (clorosis férrica), más visible en las hojas jóvenes, que puede acentuarse y, en los casos extremos, producir necrosis en los bordes y ápices.
Manganeso Clorosis en las hojas con síntomas variables y a veces acompañada de necrosis.
Zinc La carencia de zinc produce la aparición de manchas amarillas en las hojas adultas y una detención del crecimiento delos brotes, con acortamiento de los entrenudos dando lugar a la formación de “rosetas”, parecidas a lo que ocurre con la falta de cobre.

Fuente: Faustino de Andrés Cantero (1997)

RECOMENDACIONES DE ABONADO

Dados los diversos escenarios en que se cultiva el olivar y los diferentes sistemas de  aplicación de los nutrientes, se van a indicar las recomendaciones en cada uno de ellos.

Olivar de secano. Aplicación al suelo

La variabilidad de las producciones en secano, es esencial a la hora de programar el abonado, que también depende de otras muchas variables ya comentadas. En base a todas ellas el agricultor puede optar por utilizar sólo abonos nitrogenados, (en zonas menos productivas, bien abastecidas de fósforo y potasio) o utilizar abonos complejos sólidos o líquidos.

El fósforo y el potasio pueden incorporarse en otoño, si se aplican por separado, o después de la recolección si se aportan junto al nitrógeno. Cuando se aplican los tres elementos juntos, mediante un abono complejo, o se aplican sólo abonos nitrogenados es preferible hacer la aplicación inmediatamente después de la recolección, para aprovechar todas las lluvias primaverales y posibilitar el paso de los nutrientes a la solución del suelo.

La forma tradicional de aplicar los fertilizantes al olivar de secano es aportarlos al suelo, cerca de las raíces absorbentes, que están distribuidas por medio de las calles del olivar en el horizonte superficial, que es el mejor aireado y el más rico en elementos nutritivos.

Si se aplican fertilizantes sólidos nitrogenados simples o complejos, lo normal es distribuirlos con abonadoras centrífugas, en superficie, por medio de las calles del olivar, y enterrarlos a continuación con una labor. Cuando se aplican fertilizantes líquidos neutros, éstos pueden distribuirse con maquinaria adaptada a las cubas que se usan para los tratamientos fitosanitarios. A modo de orientación, en la tabla siguiente se presenta una recomendación de abonado, para distintos niveles de producción esperada, con un NPK sólido con boro, que por su equilibrio nutritivo está adaptado al olivar.

Recomendación de abonado del olivo (kg/ha)
Producción aceituna (kg/ha) NPK 20-8-14-0,1 B
< de 1.500 150
1.500-3.000 300
3.000-4.500 400
4.500-6.000 500
> de 6.000 600

También se pueden aplicar otras fórmulas de NPK sólidos que igualmente se adaptan a las necesidades del olivo, como el 20-5-10 y otras con equilibrio similar.

Si se utilizan abonos complejos líquidos, más versátiles desde el punto de vista de su fabricación, las fórmulas que se pueden utilizar son muy variadas, adaptadas a cada explotación olivarera, siendo las mas usuales 9-3-11 y 6-2-10. En este caso, es frecuente utilizar dos fórmulas distintas a lo largo del ciclo del cultivo.

En el olivar de secano, también se utilizan fertilizantes sólidos compuestos de “mezcla”, que
permiten la aplicación de fórmulas específicas.

Olivar de riego. Fertirrigación en riego por goteo.

Lo primero es definir el plan de abonado anual y la cantidad de nutrientes a aportar al olivar, teniendo en cuenta la producción estimada y las extracciones, ya que las reservas del suelo en este caso no se consideran. Las aportaciones de nutrientes por el agua también deben tenerse en cuenta. El análisis foliar del año anterior nos servirá para afinar los cálculos.

Las cantidades de nutrientes N, P2O5 y K2O a aportar mensualmente por olivo a lo largo  de la campaña de riegos no debe ser homogénea, dependiendo del momento del ciclo vegetativo en que se encuentren los árboles. El nitrógeno se debe aportar en mayor proporción en el periodo primavera-verano (marzo -julio), época en la que se produce una mayor demanda de este nutriente como consecuencia del gran crecimiento vegetativo y del cuajado y crecimiento inicial del fruto, recomendándose reducir su dosis a partir del mes de agosto, tras el  endurecimiento del hueso.

El fósforo se podrá aportar en cantidades mensuales prácticamente iguales a lo largo de la campaña, teniendo en cuenta el escaso movimiento del fósforo en el bulbo, lo que hace pensar que se producirán mínimas pérdidas de este elemento por lixiviación, aunque sí bloqueos, lo que aconseja el fraccionamiento.

El potasio se aportará en mayor proporción a partir del endurecimiento del hueso hasta el
final de verano y especialmente durante el otoño, para así poder atender la gran demanda
que supone la extracción de este nutriente por los frutos en esta época del año (efecto sumidero), demanda que puede dejar desabastecido el árbol a final del ciclo (necrosis en hojas y defoliación), que afectará al desarrollo vegetativo y productivo en la campaña siguiente, haciendo al árbol más sensible a ciertas enfermedades (repilo y vivillo).

En la tabla siguiente se indican los porcentajes mensuales de reparto de la dosis anual de nutrientes.

Aportaciones mensuales de nutrientes en fertirrigación (%)
Mes N P2O5 K2O
Marzo 4,5 4 2
Abril 4,5 4 2
Mayo 22 17 10
Junio 22 17 10
Julio 21 17 21
Agosto 11 17 22
Septiembre 10 17 22
Octubre 5 7 11

Fuente: P. Ramos (2009)

En olivar de riego se aconseja lo siguiente:
• Abonar siempre que se riega (incluso si está lloviendo). No dejar intervalos de tiempo de riego sin fertirrigar. Sólo en casos de problemas de salinidad, habrá que tener en cuenta
una fracción de lavado al final del riego donde no se aportarán fertilizantes.
• No cambiar nunca los goteros de sitio.
• Abonar siempre que sea posible con soluciones ácidas. El pH a la salida del gotero debe estar en torno a 6,5. Es preferible siempre los riegos de alta frecuencia, es decir, mayor número de riegos para una misma cantidad de agua. En cuanto a los fertilizantes que se utilizan, por su facilidad de manejo, se están imponiendo los abonos líquidos: soluciones nitrogenadas y NPK cuyo equilibrio nutritivo se adapte a las necesidades del cultivo en cada momento y abonos que aporten elementos secundarios y microelementos si el cultivo los precisa.

Aportación de abonos vía foliar

El olivo responde bien a las aportaciones de nitrógeno, potasio y microelementos (excepto el hierro) por vía foliar, que pueden realizarse aprovechando tratamientos de productos fitosanitarios y que están especialmente indicadas en tiempo seco.

La absorción foliar de los nutrientes se favorece si la temperatura ambiental es suave, si la humedad ambiente es elevada y si el olivo tiene una proporción importante de hojas jóvenes, lo que sucede de abril a julio. La utilización de agentes mojantes favorece la adhesión del producto a las hojas y facilita su absorción.

Cuando se realicen aplicaciones foliares de nitrógeno y potasio, hay que considerar que son
complementarias del abonado practicado al suelo o por fertirrigación y tenerlas en cuenta para descontarlas.

El olivo tiene una hoja que admite muy bien el abonado foliar; por tanto, en secano y siempre que sea posible, se recomienda aportar los fertilizantes vía foliar.

Para la aportación de nitrógeno se puede utilizar urea cristalina, con un contenido en biuret inferior al 0,25%. Aunque se han hecho aplicaciones con concentraciones de hasta un 5% sin producirse fitotoxicidad, es preferible rebajar la concentración hasta la mitad y hacer dos aplicaciones al 2,5%. La aplicación debe hacerse en primavera. Respecto al potasio, cuando se aplica nitrato potásico las concentraciones oscilan entre 1,25% y 2,5% y preferiblemente debe utilizarse en el otoño.

Abonado en olivo para Producción Integrada (PI).

La PI en el cultivo del olivar ha ido creciendo hasta abarcar, en el año 2008, 194.000 ha (un 40% de la superficie total nacional). Las explotaciones que utilicen técnicas de PI en el
cultivo del olivar deberán cumplir distintas normas, de las que resumimos las más importantes en cuanto al abonado.

Es obligatorio realizar la fertilización mineral teniendo en cuenta extracciones, fertilidad del suelo y estado nutricional de la planta. Anualmente se realizarán análisis foliares y cada 4 años de suelos. Se debe cumplir la normativa vigente para la protección de las aguas a la contaminación de nitratos. Está prohibido superar en secano 70 kg N/ha en olivar tradicional y 100 kg N/ha en olivar intensivo. En riego superar 120 y 150 kg N/ha respectivamente. También aplicar los fertilizantes en diciembre y enero sobre suelo desnudo.

Producción integrada en Olivo

Ejemplo de abonado en olivo proporcionado por el siam

Abonado olivo 01 Abonado olivo 02

 

NOTAS ESPECIFICAS
Uso de Sulfato Potásico sólo a partir de Septiembre
En este cultivo y en las zonas vulnerables a la contaminación por nitratos definidas por Orden de 20 de Diciembre de 2001 (B.O.R.M:.nº 301, de 31 de Diciembre de 2001) las dosis de nitrogeno empleadas deben limitarse a las indicadas en el anexo IV de la Orden de 3 de Diciembre de 2003 (B.O.R.M. nº 286, de 12 de Diciembre de 2003) por el que se aprueba el Código de Buenas Prácticas Agrarias de la Región de Murcia.
NOTAS GENERALES:
Estas recomendaciones orientativas de abonado se adaptan a las Normas Técnicas de Producción Integrada de la Región de Murcia.
Procurar no combinar en el mismo riego Nitrato Cálcico con ningún otro fertilizante.
Procurar no combinar en el mismo riego Nitrato Amónico + Acido Fosfórico.
Procurar no mezclar en el mismo riego Quelato de Hierro con Acido Fosfórico.

 

Abonado de la viña o viñedo

Abonado de la viña o viñedo

Necesidades nutricionales de la viña

Papel de los elementos nutritivos

Además del C, H y O que representan casi el 95% de la materia seca, se consideran elementos esenciales para la vid el N, P, K, Ca, Mg y S entre los macroelementos, y Mo, Cu, Mn, B, Zn, Fe y Cl dentro de los oligoelementos. Independientemente del papel general que juegan los diferentes elementos, citaremos algunos aspectos relacionados con la vid.

El nitrógeno mejora el crecimiento y la capacidad productiva de la cepa, favoreciendo el desborre, la tasa de cuajado y el proceso de inducción floral.

El fósforo participa en los sistemas de almacenamiento y transferencia de energía y azúcares. Es considerado como factor de crecimiento de brotes y raíces. Una buena alimentación de P puede frenar la absorción excesiva de N, mejorando la resistencia a las enfermedades y a la sequía.

El potasio, elemento de gran movilidad, desarrolla un papel destacado en la síntesis, traslocación y acumulación de azúcares en las bayas y partes vivaces. Interviene en la neutralización de los ácidos orgánicos, jugando un importante protagonismo en la acidez y el pH del mosto y del vino. Participa en la economía del agua, favoreciendo su absorción por las raíces y controlando los mecanismos de apertura y cierre de estomas.

El calcio participa en la activación de enzimas del metabolismo de glúcidos y proteínas, y
mantiene el equilibrio ácido-base.

El magnesio favorece el transporte y acumulación de azúcares. Junto a K y Ca, contribuye al mantenimiento del balance iónico celular y a la neutralización de los ácidos orgánicos de la uva y del mosto.

El manganeso influye positivamente en la fertilidad de las yemas, en la tasa de cuajado y en la síntesis de clorofila. En ciertas regiones vitícolas, se asocia al bouquet del vino.

El boro favorece los fenómenos de fecundación y de cuajado, e interviene en el transporte de azúcares.

El zinc muestra un efecto positivo en el cuajado, la maduración y el agostamiento.

Exportaciones y ritmo de absorción

Desde un punto de vista nutricional, la vid se caracteriza por un ritmo regular de absorción de elementos minerales a lo largo del ciclo, ausencia de períodos críticos y por unas necesidades relativamente moderadas de elementos. Para centrar las necesidades de la vid, la tabla 26.2

refleja las exportaciones medias de los principales macroelementos (kg/ha), expresadas como composición mineral de los órganos renovables de la planta, es decir, de hojas, racimos y sarmientos. Las exportaciones consideradas pueden verse incrementadas en un 10-15% en concepto del material vegetal exportado no presente en el momento de vendimia (despunte, desniete, deshojado, etc.) y de los elementos que participan de las reservas de troncos y raíces. La absorción mineral de la vid abarca fundamentalmente el período comprendido entre la brotación y el envero. Prácticamente el 100% de N y K, y más del 90% de P, han sido absorbidos en el envero. Las necesidades más importantes surgen de forma escalonada durante el período de crecimiento activo, coincidiendo con el desarrollo de la baya en su Fase I, y en el caso del K durante la maduración, cuando los racimos y bayas se convierten en los principales sumideros. La redistribución de las reservas acumuladas en las partes vivaces, aunque no llega a compensar las necesidades de la planta, juega un papel muy importante en el balance nutricional, sobre todo en dos fases del ciclo anual: el inicio de crecimiento, especialmente para N, y durante el desarrollo de la
baya, sobre todo a lo largo de la Fase III, maduración.

Desequilibrios nutricionales en viña

Entre los desequilibrios nutricionales más relevantes en el viñedo, destacaremos:

Exceso de nitrógeno

En el marco de una viticultura de calidad, el exceso de N se ha convertido en uno de sus mayores inconvenientes. La consecuencia principal del exceso de nitrógeno es el aumento del vigor. Tal circunstancia supone una mejora de la fertilidad de las yemas y un aumento del peso de la baya y del racimo, lo que unido a la tentación de aumentar la carga en la poda como consecuencia del incremento del vigor, elevan considerablemente los rendimientos. Por otro lado, conduce a un deterioro del microclima de hojas y racimos, y a la estimulación del crecimiento vegetativo, dificultando así los procesos de agostamiento y maduración de la uva, con consecuencias negativas en la calidad.

La asociación de un mal microclima y el aumento del peso y la compacidad de racimos, potencian el desarrollo de la podredumbre del racimo (Botritis) y dificulta su tratamiento. Asimismo, como efectos negativos que se derivan del exceso de nitrógeno, también podemos citar: el corrimiento en variedades sensibles a este accidente, la clorosis, el aumento del riesgo de carencia de potasio y de las necesidades de agua, la presencia en el vino de un mayor contenido de compuestos no deseables para la salud (carbamato de etilo, aminas biógenas, etc.), y la alteración de las cualidades organolépticas de los vinos.

Alimentación potásica elevada

En los últimos años, los enólogos han mostrado su preocupación por la disminución de la acidez y el aumento del pH en los vinos. Entre los argumentos que se esgrimen para justificar este problema, se cita la intensificación de la nutrición de potasio. La insuficiente acidez conduce a vinos “planos”, sensibles a oxidaciones y precipitaciones, con escasa valoración organoléptica, obligando a desarrollar una importante enología correctiva. Los aportes generosos de este elemento en el abonado de la viña han contribuido, sin duda, a agravar el problema.

Sin embargo, sería  insuficiente justificación si no se tuvieran en cuenta otros factores culturales que, relacionados con la mayor o menor absorción de potasio, tienen una clara incidencia en la acidez: fertilidad del suelo, utilización del riego, capacidad selectiva de absorción de potasio de los diferentes portainjertos, diferente aptitud de las variedades para acumular y traslocar potasio, altas densidades de plantación o técnicas de mantenimiento de suelo que facilitan la instalación superficial del sistema radicular (aplicación de herbicidas).

Deficiencia de magnesio.

Como circunstancias que favorecen una insuficiente alimentación de Mg se pueden con siderar su falta de restitución por la disminución del aporte de materia orgánica, la ausencia de este elemento en los planes de abonado, y todas aquellas situaciones que favorezcan la alimentación excesiva de potasio, con el que mantiene un evidente antagonismo: inadecuada elección de variedades y portainjertos, fertilización abundante de potasio, y buena disponibilidad de agua (riego y/o precipitaciones).

La carencia de magnesio entraña una disminución del rendimiento y de la síntesis de azúcares, así como riesgos de “desecamiento de raspón”. Este accidente, del cual no se conoce con exactitud las razones que lo provocan, mejora con la aplicación foliar de magnesio durante el envero.

Carencia de oligoelementos.

En nuestro viñedo no es raro detectar deficiencias de Fe, Mn, B e incluso Zn, dada la dependencia de disponibilidad de estos elementos respecto del pH más bien básico de los suelos dedicados al cultivo de la vid. Las toxicidades por microelementos son menos frecuentes y se dan más en suelos de reacción ácida.

RECOMENDACIONES DE ABONADO

En términos generales, la fertilización del viñedo resulta compleja, habida cuenta de la  amplia gama de factores de la producción vitícola (medio, planta y técnicas de cultivo) con incidencia en la nutrición mineral, y la consideración general del viñedo como un cultivo de secano, perenne y leñoso, características que limitan el desarrollo y la respuesta del abonado.

Abonado de plantación

Abonado orgánico

La aplicación de 25 t/ha de un estiércol tradicional, distribuido superficialmente y enterrado mediante labores superficiales, podría ser una referencia a tener en cuenta. Cuando concurren circunstancias tales como niveles elevados de MO, condiciones favorables para su mineralización y aplicación de MO poco estable y de relación C/N baja, que suponen una importante disponibilidad de nitrógeno, es aconsejable suprimir el aporte de MO, o reducir la dosis a niveles de 10 t/ha, con una MO de relación C/N elevada.

Abonado mineral

Una propuesta general para el abonado mineral de fondo puede responder a los siguientes intervalos: 100-400 kg P2O5/ha, 200-600 kg K2O/ha y 50-150 kg MgO/ha. Los niveles más elevados se corresponden con suelos poco fértiles y/o de textura arcillosa.

En el caso concreto del potasio, las cantidades deberán reducirse en suelos ricos en este elemento, sueltos, de reacción ácida y siempre que se prevea una situación favorable para la carencia de magnesio (antagonismo). El nitrógeno no se aconseja en el abonado de plantación, para evitar posibles pérdidas y los efectos negativos que se deducen del exceso de vigor en plantaciones jóvenes (mal agostamiento y desequilibrio entre parte aérea y sistema radicular).

Con respecto a la aplicación de los abonos minerales, si se realiza subsolado como labor preparatoria del terreno, se distribuyen en superficie y se entierran con una labor superficial; si por el contrario se practica una labor de desfonde, los abonos se reparten en superficie y se incorporan en profundidad.

En el caso de que el cultivo anterior fuera viña, y ésta no manifestara síntomas de desequilibrios nutricionales y hubiera sido objeto habitualmente de un aporte regular de abonos orgánicos y minerales, se podría prescindir de la fertilización de fondo.

Aunque la mayor parte de los suelos dedicados al cultivo de la vid presentan valores de pH más bien alcalinos, en ocasiones se requieren enmiendas de tipo mineral (“encalado”) para la corrección del bajo pH que caracteriza a los suelos ácidos (pH<6). Para ello, se pueden realizar aportes entre 2.000 kg CaO/ha en suelos arenosos y 6.000 kg CaO/ha en suelos muy arcillosos. En el caso de suelos “sódicos”, aportes de MO, azufre y yeso pueden ser aconsejables.

Abonado de mantenimiento

A la hora de estimar la dosis de abonado, es importante tener en cuenta el objetivo de la explotación vitícola (calidad versus cantidad), el balance nutricional, los factores con incidencia en la nutrición, así como los métodos que nos permiten valorar el nivel de nutrición. El análisis y el diagnóstico foliar han tomado protagonismo a la hora de detectar desequilibrios nutricionales y racionalizar la fertilización.

Nuestra propuesta metodológica pasa por la toma de muestras durante el envero, recogiendo hojas opuestas al segundo racimo y analizando limbos y/o pecíolos, según el fin que se persiga. Desde nuestras experiencias en la variedad Tempranillo, la tabla 26.3 nos acerca a los valores medios de macroelementos (% sms)  y oligoelementos (ppm) en limbo y pecíolo durante el envero.

Abonado orgánico

En términos generales, la aportación de 10 t/ha de un estiércol clásico, satisface las  necesidades y las pérdidas de MO anuales, que se estiman entre 300 y 1.200 kg/ha, según las condiciones naturales y de cultivo. La incorporación de sarmientos puede llegar a compensar cerca del 40% de la pérdida anual de materia orgánica, aportando en nuestras condiciones de cultivo un valor fertilizante medio por hectárea de: 7 kg N, 2 kg P2O5, 8 kg K2O, 9 kg CaO y 2 kg MgO.

No deja de ser frecuente diferir en el tiempo y en el espacio los aportes de MO, utilizando enmiendas orgánicas de estabilidad media-alta, aplicadas  preferentemente en superficie, con suficiente antelación y enterradas mediante labores superficiales. Aparte de la utilización de estiércoles tradicionales, se puede optar por una amplia gama de especialidades comerciales con base muy diversa, sin olvidar otras fuentes de materia orgánica como lo son las cortezas, la paja, los restos vegetales y los subproductos de la vid, utilizando sarmientos y orujos, bien sea incorporados directamente o compostados previamente.

El compost urbano y los lodos de depuradora, no encuentran suficiente acomodo en el cultivo de la vid. Correctores biológicos y ácidos húmicos y fúlvicos completan este apartado, contribuyendo a mejorar la actividad biológica del suelo y la absorción de nutrientes.

Abonado con nitrógeno

Es quizás el elemento más cuestionado en los planes de fertilización del viñedo. Por una parte, los efectos negativos que se derivan de una alimentación nitrogenada generosa han conducido en algunas ocasiones a su reducción e incluso eliminación en viñedos de calidad, a excepción hecha de la observación de un vigor insuficiente de las plantas o de problemas de fermentación por bajos contenidos de nitrógeno en mosto.

Por otro lado, cuando los niveles de MO y las condiciones para su mineralización son adecuados, se dan circunstancias favorables para compensar los requerimientos de la viña con aportes moderados de nitrógeno.

En términos generales, la estimación de la cantidad de nitrógenoa aportar se basaría en la consideración del vigor actual y del deseado, que resulta en la práctica el mejor método de valoración de la fertilización nitrogenada, del rendimiento, de la pluviometría y del tipo de suelo, circunstancias éstas últimas que condicionan en gran medida la mayor o menor cantidad de nitrógenoen forma NO-3 con la que se puede contar y/o lavar.

En condiciones medias, las aportaciones de nitrógeno se situarían entre 30- 40 kg/ha. En viñedos de elevados rendimientos  o en aquellos dedicados a la producción de uva de mesa, cabría multiplicar casi por dos el intervalo superior.

Con respecto a la aplicación de nitrógeno, elemento móvil y fácilmente lavado, resultaría una práctica adecuada realizar su aportación en solitario durante el periodo de primaveraverano (desborre-postcuajado), de forma fraccionada y superficialmente, utilizando en cada caso aquellos abonos nitrogenados más adecuados en función de sus características y fecha de aplicación.

Si el viticultor opta por la utilización conjunta de nitrógeno, fósforo y potasio, bien sea como mezcla de abonos simples o con abonos complejos, la aplicación debe retrasarse lo  más posible dentro del invierno.

Abonado con fósforo

Las moderadas necesidades que la vid tiene de fósforo, han hecho que su aporte se centre casi exclusivamente en sus exportaciones. En este sentido, podemos hablar de unos aportes
de 20-30 kg P2O5/ha, si bien será necesario considerar las frecuentes inmovilizaciones de este elemento en el suelo y los bajos coeficientes de utilización de abonos que aporta este  elemento, por lo que estas recomendaciones podrían ser incrementadas en porcentajes en torno al 25%, procurando adaptarse en la mejor medida posible a las formulaciones comerciales presentes en el mercado.

Además de la presencia de fósforo en diferentes abonos complejos y órgano-minerales, los abonos fosfatados simples más utilizados son los superfosfatos. Considerando la poca movilidad del fósforo y su baja solubilidad, conviene que la aplicación de abonos que incorporan fósforo se realice de forma temprana y localizada.

Abonado con potasio y magnesio

Teniendo en cuenta el marcado antagonismo entre potasio y magnesio, es aconsejable plantear simultáneamente el abonado de estos dos elementos. El diagnóstico peciolar a través de la relación K/Mg (2-8) y la consideración en el suelo de las relaciones K/CIC (2-4%) y K/Mg (0,3), se han convertido en herramientas útiles para dirigir su fertilización.

Como pauta general, podíamos hablar de un aporte de potasio equivalente a 60-100 kg  K2O/ha, según tipo de suelo (lavado; retrogradación), volumen de cosecha o riesgo de provocar deficiencias de magnesio.

En uva de mesa, estas cantidades pueden llegar a duplicarse. Por su parte, las referencias para el magnesio se situarían en los 15-30 kg MgO/ha, guardando aproximadamente una relación K:Mg de 3:1 para evitar desequilibrios entre ambos elementos.

La aplicación de potasio y magnesio responde criterios considerados para el fósforo. En el caso del potasio, los abonos simples más utilizados son cloruro potásico y sulfato potásico. Este último abono se recomienda en suelos salinos, poco profundos y sueltos, y en aportes masivos, tardíos y localizados.

El abono con magnesio más extendido es el sulfato magnésico. Tanto para un elemento como para otro, existen abonos complejos y una amplia gama de abonos que los contienen en su formulación y composición.

Microelementos

Los aportes al suelo de microelementos son escasos y se reducen casi exclusivamente a la aplicación de hierro en forma de quelatos. La aplicación foliar de sales solubles de dichos micronutrientes, es la opción más habitual para compensar su consumo o enmendar posibles desequilibrios. A modo de referencia, y teniendo en cuenta las consideraciones realizadas a lo largo de la exposición anterior, la tabla 26.4 recoge recomendaciones medias de abonado de mantenimiento en viñedo, en función al rendimiento.

Fertirrigación

Hasta fechas recientes, la condición de secano que ha caracterizado al viñedo español y las limitaciones legales sobre la utilización del riego, han limitado el uso de la fertirrigación. De cara al futuro, la fertirrigación alcanzará un importante protagonismo en el cultivo de la vid.
Basta con considerar las más de 300.000 ha de viñedo en regadío, actualmente existentes.

Enrique García-Escudero Domínguez
Doctor Ingeniero Agrónomo
Jefe del Servicio de Investigación y Desarrollo
Tecnológico Agroalimentario de la Rioja

Abonado en Girasol Colza y Soja

Abonado en Girasol Colza y Soja

ABONADO DEL GIRASOL

NECESIDADES NUTRICIONALES

Papel de los nutrientes y micronutrientes Conseguir un buen desarrollo del cultivo y una producción abundante de pipas con elevado contenido de aceite, a su vez de buena calidad, no es posible sin una buena alimentación mineral de la planta.

En el caso del girasol se puede destacar: El nitrógeno es necesario para un buen desarrollo vegetativo de la planta y es indispensable para la formación de las cabezuelas y el llenado de los aquenios. Sin embargo, el exceso de nitrógeno provoca un desarrollo excesivo de la vegetación (menor índice de cosecha) y retraso de la maduración.

El fósforo favorece el cuajado de los frutos y estimula su maduración.

El potasio, en equilibrio con el nitrógeno y el fósforo, favorece la actividad fotosintética influyendo notablemente en el rendimiento y en el contenido de grasa.

El azufre es un elemento esencial para la formación de la coenzima A, básica para la  formación de los triterpenos, ergosterol, lanosterol, cimosterol, etc. Por esta razón, las  plantas oleaginosas, medicinales, aromáticas, resinosas, laticíferas, etc., responden  particularmente bien a la presencia de azufre asimilable en el suelo (Urbano, 2002). Entre  los microelementos, el girasol es un cultivo exigente en boro, del que absorbe más de 400  g/ha (CETIOM, 2008a). Este elemento interviene en la biosíntesis de la lignina y de las sustancias pécticas. Necesidades y absorción de nutrientes a lo largo del ciclo del cultivo. Las cantidades absorbidas por el cultivo dependen de la presencia y dinámica de los nutrientes, en forma asimilable, en el suelo y del rendimiento de las cosechas. En el girasol, el producto comercial corresponde a pipas con el 9% de humedad (9º), 2% de impurezas y 44% de grasa. Las necesidades de nutrientes para formar las cosechas, incluidas los restantes órganos de la planta en suelos de fertilidad media (Urbano, 2006), son del siguiente orden expresadas en kg de nutriente por 1.000 kg de pipa comercial:

30-40 kg N; 15-20 kg P2O5; 30-40 kg K2O

Debido a la actuación de los restantes factores edafoclimáticos, no es posible establecer una relación unívoca entre absorción de los nutrientes y cosecha obtenida. Por esta razón, con las cifras anteriores se propone una horquilla para utilizar la cifra menor (mayor eficiencia de los nutrientes) en suelos fértiles y años de climatología favorable y la cifra mayor (peor eficiencia del nutriente), en suelos mediocres y difíciles condiciones climáticas. Entre ellas, se pueden interpolar condiciones intermedias.

Deficiencias nutritivas

Aparte de las generales comunes para todos los macronutrientes, quizás las deficiencias nutritivas más significativas para el girasol son las que se producen por falta de boro. La  carencia de este elemento produce deformaciones y presencia de manchas pardo rojizas en las hojas que llegan a necrosarse y aparición de grietas en los tallos que provocan, en casos severos, la caída de las cabezuelas. En casos menos severos, pueden producirse fallos en el  cuajado de los frutos que rellenan irregularmente las cabezuelas con descensos importantes de los rendimientos.

RECOMENDACIONES DE ABONADO

Aunque en España, el girasol se fertiliza muy poco e, incluso, en muchos secanos no recibe ninguna fertilización, confiando en que su profundo sistema radicular capture buena parte  del nitrógeno residual de los fertilizantes aportados a cultivos anteriores (generalmente  cereal), es una planta que agradece el aporte de fertilizantes, respondiendo con buenos incrementos de cosecha, siempre que la humedad del suelo no actúe como factor limitante del rendimiento.

Cálculo de la dosis

Para el cálculo de la dosis deberá tenerse en cuenta el balance de cada uno de los nutrientes (entradas y salidas).

La diferencia entre las salidas y las entradas de nutrientes debe compensarse con los fertilizantes. Si se utilizan fertilizantes orgánicos en la rotación, habrá que restar el contenido de nutrientes que estos lleven, teniendo en cuenta el tiempo necesario para la mineralización del nitrógeno del fertilizante orgánico. Es frecuente, en agricultura de conservación y en agricultura integrada, recomendar dosis de abonado mediante formulaciones simplificadas que tienen en cuenta las partidas más importantes del balance (generalmente las exportaciones netas de la cosecha) y los aportes con los fertilizantes (minerales y orgánicos). Se trata de formulaciones aproximadas que se recomienda ajustar durante el desarrollo del cultivo, de acuerdo con la marcha de la climatología y su repercusión sobre la actividad biológica del suelo.

Épocas y momentos de aplicación

Para mejorar su eficiencia y reducir riesgos medioambientales, no conviene aplicar todo el nitrógeno en una sola vez, por lo que es recomendable, con fertilizantes convencionales,  aportar en presiembra una cantidad que suele variar entre el 30% y el 50% del nitrógeno  necesario, e incorporar el resto en cobertera. En cambio, puede aportarse todo el fósforo y el potasio en presiembra, con lo que, si se actúa así, las coberteras se harían sólo con nitrógeno. La dosis de presiembra puede aplicarse en el momento de la siembra si se utiliza una máquina sembradora-abonadora o una sembradora para siembra directa que también aporte el abono. Las coberteras pueden reducirse a una sola aplicación en los casos de bajos rendimientos o hacer dos aplicaciones para rendimientos más elevados. En estas situaciones, no conviene hacer aportes tardíos en cobertera para no retrasar la maduración de los aquenios. La primera cobertera se realizará en el estado de cinco pares de hojas (estado B10) y la segunda, en el caso en que se haga este segundo aporte, al inicio de la floración (estado F1: el botón floral se inclina y las flores liguladas son perpendiculares a la masa central del capítulo (CETIOM, 2008)).

Forma en que se aportan los elementos nutritivos (mineral/orgánica)
Si se aportan fertilizantes orgánicos (estiércoles, purines, RSU, lodos de depuradora, etc.) en algún momento de la rotación de cultivos, se restarán de las necesidades señaladas en la tabla 21.3.

los nutrientes que presumiblemente vayan a liberarse en el suelo durante los meses de cultivo del girasol, para lo que será necesario conocer la composición del fertilizante orgánico y el tiempo previsto para su mineralización. Si no se utilizan fertilizantes orgánicos, se aportarán las necesidades establecidas en la tabla 21.3 mediante fertilizantes minerales, simples o compuestos. En el caso del girasol, puede ser una buena norma aplicar en presiembra un complejo NPK, de equilibrio acorde con las necesidades, y con boro en  caso de carencia de este elemento, y en cobertera un fertilizante nitrogenado simple. Para este último, puede recomendarse urea, para uso general, nitrosulfato amónico para suelos calizos, salitrosos o deficientes en azufre, y en el caso de suelos neutros o ácidos, nitrato amónico cálcico.

Programas de fertilización

De acuerdo con las consideraciones anteriores, se proponen en la tabla 21.3, a modo  orientativo, diferentes programas de abonado mineral:

ABONADO DE LA COLZA

Como se observa en la tabla 21.1, la superficie de este cultivo en España ha ido descendiendo drásticamente hasta ocupar poco más de 5.000 ha en el año 2006 y, aunque hubo un repunte importante en el año 2007 por su utilización para la producción de biodiesel, de nuevo en el año 2008 ha habido una notable disminución de la superficie cultivada. Refiriéndonos al año 2007, el 73,7% se cultivó en secano y el 26,3%, en regadío. En relación con la superficie nacional cultivada en secano, destaca el cultivo en Castilla y León (28,9%), Cataluña (24,9%), Andalucía (16,2%), Castilla-La Mancha (13,7%) y Aragón (10,6%). Los rendimientos del secano en el año 2007 fueron de 1.498 kg/ha (medio) y 2.480 kg/ha (máximo), mientras que los del regadío alcanzaron los 2.482 kg/ha (medio) y 4.600 kg/ha (máximo). Las necesidades de nutrientes para formar las cosechas, incluidos los restantes órganos de la planta en suelos de fertilidad media (Urbano, 2006) son del siguiente orden, expresadas en kg de nutriente por 1.000 kg de grano comercial:

40-50 kg N; 25-30 kg P2O5; 35-40 kg K2O

PROGRAMAS DE FERTILIZACIÓN

Se proponen en la tabla 21.4, a modo orientativo, diferentes programas de abonado mineral, teniendo en cuenta que por su siembra otoñal, se está recomendando hacer las presiembras con poco nitrógeno.

ABONADO DE LA SOJA

La superficie de este cultivo en España (tabla 21.1) ha sido siempre muy pequeña.  Refiriéndonos al año 2007, no llegó a 350 ha, cultivándose el 95,3% en regadío y solamente el 4,7%, en secano. El cultivo en regadío se desarrolló principalmente en Extremadura (60,8%), Andalucía (17,5%), y Castilla y León (15%). Los rendimientos del regadío en el año 2007 fueron 2.738 kg/ha (medio) y 3.500 kg/ha (máximo). Los del secano fueron 1.400 kg/ha (medio) y 1.500 kg/ha (máximo). Las necesidades de nutrientes para formar las cosechas, incluidos los restantes órganos de la planta en suelos de fertilidad media (Urbano,
2006), son del siguiente orden, expresadas en kg de nutriente por 1.000 kg de grano comercial:

60-70 kg N; 16-20 kg P2O5; 30-40 kg K2O

Es necesario tener cuidado con los aportes de nitrógeno para favorecer la nitrofijación simbiótica con Rhizobium japonicum. Para ello, se aportará una pequeña cantidad de nitrógeno en presiembra y solamente si se observa falta de nódulos en las raíces, se ayudará con nitrógeno en cobertera.

PROGRAMAS DE FERTILIZACIÓN

Se proponen en la tabla 21.5, a modo orientativo, diferentes programas de abonado mineral.

Pedro Urbano Terrón Doctor Ingeniero Agrónomo
Catedrático de Producción Vegetal
Fitotecnia
ETSIA. Universidad Politécnica de Madrid

Abonado en frutales de hueso y pepita

Abonado en frutales de hueso y pepita

José Luis Espada Carbó
Ingeniero Técnico Agrícola
Centro de Transferencia Agroalimentaria
Departamento de Agricultura y Alimentación
Gobierno de Aragón

ITINERARIO DE LA FERTILIZACIÓN

Para establecer un plan de fertilización, en primer lugar necesitamos conocer las  necesidades de los árboles, luego las de la plantación y finalmente, con los datos anteriores más los correspondientes al suelo y al agua de riego, estaremos en condiciones de calcular las necesidades totales de fertilizantes, que conforman el plan de fertilización.

• Necesidades de los árboles: las necesidades de los árboles son la suma de las exportaciones netas del cultivo (frutos), más las exportaciones de las hojas y madera de poda, y las cantidades inmovilizadas en los órganos de reserva de los árboles.
• Necesidades de la plantación: corresponden a la suma de las necesidades de los árboles, las de la hierba de cobertura de la parcela y las correspondientes a las pérdidas de algunos elementos por lixiviación, volatilización, reorganización, desnitrificación y fijación por el suelo.
• Necesidades totales de fertilizantes (Plan de fertilización): serán la suma de necesidades
de la plantación, menos las aportaciones del suelo y del agua de riego.

NECESIDADES DE FERTILIZANTES

Para facilitar el cálculo de las necesidades, realizamos en primer lugar las correspondientes al fósforo y potasio, efectuando en último lugar las del nitrógeno.

Fósforo y Potasio

• Fase de pre-plantación. En suelos con niveles de fósforo y potasio bajos, se deberán aportar como máximo, en la preparación del suelo y antes de plantar, las siguientes cantidades:
– 50 kg P2O5/ha.
– 350 kg K2O/ha.

• Fase de árboles en formación. Las aportaciones máximas que se deben aplicar en esta fase son:
– Año 1º: 10 kg P2O5/ha y 20 kg K2O/ha.
– Año 2º: 15 kg P2O5/ha y 40 kg K2O/ha.

En caso de que se prolongue la fase de formación de los árboles, las dosis del año segundo no deben ser superadas.

• Fase de árboles en producción. El abonado de los árboles en esta fase debe ser definido sobre la base de los valores indicados en la tabla 25.4.

En cualquier caso, las cantidades anuales aportadas al cultivo de estos nutrientes no deben sobrepasar los límites que se indican en la tabla 25.5.

Ejemplo:
Calcular las necesidades de fósforo y potasio para fertilizar una hectárea de melocotoneros adultos con 25.000 kg/ha de producción. El suelo del cultivo es franco y tiene un contenido medio en fósforo y potasio.
Solución:
• Exportaciones de los árboles adultos (tabla 25.4):
– 25 x 1,71 = 42,7 kg P2O5/ha
– 25 x 3,84 = 96,0 kg K2O/ha
• Como los resultados del análisis de suelo indican que los niveles de ambos elementos son medios (tabla 25.5), solo consideramos las exportaciones anteriormente reseñadas como necesidades de fósforo y potasio.

Nitrógeno

El cálculo de la cantidad de nitrógeno (N) que se debe aportar al suelo se obtiene de la realización de un balance entre las cantidades exportadas por el cultivo, más la hierba de cobertura del suelo y las aportadas por el suelo y el agua de riego.

Exportaciones o salidas de nitrógeno
• Necesidades de árboles jóvenes. En árboles en periodo de formación las exportaciones son las que figuran en la tabla 25.6.

Necesidades de árboles adultos.

Las exportaciones  netas, expresadas en kg N/t de fruto producido, engloban las necesidades para la producción de frutos y el crecimiento de hojas, ramas, tronco y raíces (tabla 25.7).

• Necesidades de la hierba de cobertura del suelo (pradera). Los dos primeros años de  establecimiento de la cubierta hay que incorporar anualmente al suelo las siguientes cantidades de nitrógeno:

– Pradera polífita (<10% leguminosas): 45 kg N/ha.
– Pradera polífita (10-20% leguminosas): 35 kg N/ha.
– Pradera polífita (>20% leguminosas): 25 kg N/ha.

A partir del 2º año, en la mayor parte de las coberturas con especies propias de la parcela, las exportaciones netas oscilan entre 30-35 kg N/ha y año.

Aportaciones o entradas de nitrógeno

• Aportaciones del suelo. La mineralización del nitrógeno orgánico del suelo (incluyendo residuos vegetales y abonos orgánicos) depende para una determinada plantación, principalmente, de los residuos del cultivo (madera de poda, hojas) y de la textura del suelo.

• Aportaciones de nitrógeno por el agua de riego.
Las aportaciones dependen del contenido de nitrógeno en el agua utilizada a lo largo del periodo de riego del cultivo.

 Actualmente hay medidores portátiles, relativamente económicos, que permiten  determinar fácilmente el contenido de nitratos en el agua de riego.

Ejemplo de cálculo de necesidades de nitrógeno del cultivo:
Calcular las necesidades de nitrógeno por hectárea, para una plantación de melocotoneros de 8 años de edad, cultivados en un suelo franco con un 1,5% de materia orgánica.
El suelo, desde hace 4 años, se mantiene desnudo en la zona sombreada por las copas y con hierba que se tritura en el centro de las calles. La producción prevista es de 25.000 kg/ha y los consumos de agua de riego, con un contenido medio de nitratos de 5 mg/l, se estiman en 6.000 m3/ha y año.

Solución:

A – Salidas de Nitrógeno  (kg N/ha)
– Extracciones de los árboles (tabla 25.7): 25 x 3,48  87,0
– Extracción de la hierba para cobertura del suelo 35,0
– Total salidas 122,0
B – Entradas de Nitrógeno  (kg N/ha):
– Aportación MO del suelo (tabla 3.1) 33,0
– Aportación agua de riego (tabla 2.1)  6,8
– Total entradas 39,8
C Balance (A – B):  82,2 kg N/ha.

Necesidades totales de fertilizantes por especies

En la tabla 25.8 se indica el abonado medio recomendado para las distintas especies de fruta dulce y el almendro, calculado en condiciones iguales a las del melocotonero de los ejemplos anteriores.

25_8

ÉPOCAS PARA APLICAR LOS FERTILIZANTES

En lo que concierne al nitrógeno, se ha establecido un consenso en los siguientes puntos:
• Las necesidades cruciales para la floración son cuantitativamente modestas, y pueden  mayoritariamente ser cubiertas por las reservas del árbol (ciclo interno del nitrógeno).
• A partir de la fase floración-cuajado, las necesidades crecen regularmente con y para el desarrollo de brotes y frutos.
• Después de la parada del crecimiento significativo de brotes (mediados de julio-final) las necesidades se estacionan y bajan después de la recolección.
• Al final de la estación vegetativa y notablemente después de la recolección, las necesidades de nitrógeno almacenadas bajo forma orgánica en los órganos de reserva del árbol (raíz, tronco, ramas), se deben satisfacer por las razones expresadas en el primer punto.

En la tabla 25.9 se especifica la distribución de las necesidades totales de nutrientes del cultivo en cada fase o período de desarrollo.

25_9

En riego localizado, la aplicación conjunta del agua de riego y los nutrientes (fertirrigación), permite fraccionar la cantidad total de nutrientes en 150-200 aportaciones durante la campaña.

PRÁCTICA DE LA FERTILIZACIÓN

Una vez que se conocen mejor las cantidades y el calendario de las aportaciones de nutrientes, hace falta saber en qué lugar conviene aplicarlos, bajo qué forma y con qué tipo de fertilizantes.
En plantaciones jóvenes, la hierba de cobertura tiene necesidades importantes, mientras que en los árboles son menores. La localización de distintas dosis de abonos en bandas específicas, es entonces muy eficaz. En el caso de riegos localizados, es posible aplicar periódicamente los abonos a través del agua de riego, lo que permite posicionarlos mejor a lo largo de toda la zona del suelo explorada por las raíces.

Los tipos de abonos con los que se aportan los nutrientes deben estar en función del equipo de distribución, tipo de riego y del clima. Especiales precauciones deben tenerse en cuenta en la utilización de los fertilizantes nitrogenados, para evitar al máximo las posibles pérdidas que pudieran ocasionarse.

VIGILANCIA DEL ESTADO NUTRICIONAL DE LOS ÁRBOLES

Durante la vida de la plantación es deseable evaluar periódicamente los niveles de elementos minerales en el suelo y en el árbol. La regularidad del control facilita la puesta al día de tendencias. Éstas, muestran al fruticultor el efecto en el tiempo de las prácticas  culturales, más allá de la simple acción de regar o fertilizar.

Análisis de suelo
Se realizará por un laboratorio especializado sobre una muestra representativa de la parcela.
La periodicidad y los componentes a determinar serán:
• Cada 3-5 años: textura, capacidad de intercambio catiónico (CIC), pH, materia orgánica,
carbonato cálcico.
• Cada año: conductividad, nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y magnesio.

Análisis de material vegetal (hojas)
Para las distintas especies de frutales, se utiliza el análisis mineral de hojas como elemento de diagnóstico y control. Para obtener referencias fiables de un año para otro, tanto el tipo de ramo, hoja y su situación, el número de árboles muestreados y la fecha de toma de muestras, deben ser escrupulosamente respetados (tabla 25.10).

Como este tipo de análisis hay que realizarlo en una fase avanzada del crecimiento de ramos y frutos, los resultados únicamente son aplicables para corrección de las aportaciones finales y del abonado global del año siguiente.
En función de los resultados de los análisis de muestras de hojas, y para aplicar las oportunas correcciones sobre las cantidades de cada elemento mineral aportado el año anterior, se pueden utilizar como referencia los niveles adecuados de elementos minerales en hoja que para las distintas especies figuran en la tabla 25.11.

No obstante, lo ideal sería disponer de tablas específicas para las distintas variedades de cada área de producción y utilizar algún método que permita calcular, de forma sencilla, las correcciones de nutrientes que debemos aportar en el siguiente plan de fertilización.

Para descargarse la guía completa

http://www.magrama.gob.es/es/agricultura/publicaciones/02_FERTILIZACI%C3%93N(BAJA)_tcm7-207770.pdf

Recomendaciones de abonado en horticolas

Recomendaciones de abonado en horticolas

RECOMENDACIONES DE ABONADO

Cálculo de la dosis

La dosis de nutrientes a aplicar en cada caso depende fundamentalmente de las extracciones del cultivo, del contenido de nutrientes en el suelo y de su eficiencia de utilización por el cultivo.
Las extracciones de nutrientes dependen principalmente de la producción, mientras que la eficiencia de utilización, sobre todo en el caso del nitrógeno, depende fundamentalmente del sistema radicular del cultivo, del manejo del abonado y de la eficiencia de riego. A continuación se indican las ideas básicas para el cálculo de las dosis de abonado para los tres nutrientes principales: nitrógeno, fósforo y potasio.

Nitrógeno
No hay un enfoque único sobre cómo determinar las necesidades de abonado nitrogenado, aunque el método denominado Nmin es un sistema que se emplea bastante en algunos países europeos. En España la información experimental que existe para poder aplicar este método en las diferentes zonas, suelos y prácticas de cultivo es aún reducida en los cultivos hortícolas. Un procedimiento que permite aproximarse a las necesidades de abonado nitrogenado en todos los casos, se basa en un balance de nitrógeno en la capa de suelo en la que se desarrollan la mayor parte de las raíces que, en general, se considera que comprende los primeros 60 cm. Para aplicar este balance en una recomendación de abonado conviene tener en cuenta que, para que no disminuya la producción por falta de N en el suelo, es necesario que el contenido de N mineral en el suelo al final del cultivo no sea inferior a un valor mínimo. Este valor mínimo lo podemos considerar, pues, como un requerimiento al realizar el balance. Los valores aproximados de este contenido mínimo para los diferentes cultivos hortícolas se indican más adelante. La cantidad de fertilizante nitrogenado a aplicar en un cultivo sería:

• Dosis de fertilizante = (Extracción de N por la planta + Lixiviación + Inmovilización + Pérdidas gaseosas + Contenido mínimo de N mineral en el suelo al final del cultivo) – (Aporte por residuos de cosecha + Contenido de N mineral en el suelo al inicio del cultivo + Mineralización de la materia orgánica del suelo + Mineralización de las enmiendas orgánicas
+ Aporte con el agua de riego).

La aplicación de este balance para determinar las necesidades de abonado tiene el  inconveniente de que requiere conocer términos que son difíciles de determinar  (lixiviación, pérdidas gaseosas, inmovilización). Por eso, en la práctica, conviene aplicar un  balance simplificado en el que sólo se tienen en cuenta los términos más importantes:

• Dosis de fertilizante = (Extracción de N por la planta + Contenido mínimo de N mineral en el suelo al final del cultivo) – (Aporte por residuos de cosecha + Contenido de N mineral en el suelo al inicio del cultivo + Mineralización de la materia orgánica del suelo + Mineralización de las enmiendas orgánicas + Aporte con el agua de riego).

Dado que en este balance simplificado se ignoran las pérdidas por lixiviación, las pérdidas gaseosas y la inmovilización, es aconsejable aumentar las dosis de fertilizante calculadas un  10-20 %. A continuación se describe cómo se determinan cada uno de los términos del  balance simplificado:

• La extracción de N por la planta para la producción esperada se puede calcular empleando los valores que aparecen en la tabla 23.3.1 (absorción total de N en kg/ha).

• El contenido de N mineral mínimo en el suelo al final del cultivo en la mayoría de los cultivos oscila entre los 30 y 60 kg N/ha (en la capa 0-60 cm). En el caso del brócoli temprano, la coliflor, el puerro, la cebolla y la espinaca, los valores oscilan entre 60 y 90 kg N/ha.
• El aporte de N en los residuos de cosecha se puede estimar utilizando los datos de la tabla
23.3.1, teniendo en cuenta que el N de estos residuos tiene que mineralizarse (convertirse
en amonio y nitrato) antes de estar disponible para las plantas. Entre el 40-80% de este N puede estar disponible para el cultivo al cabo de 2-3 meses, si estos residuos se incorporan al suelo.
• El contenido de N mineral del suelo al inicio del cultivo suele ser elevado y, por tanto, su determinación es importante. Esta determinación se realiza mediante muestreo de suelo y análisis de nitrato y amonio. En el caso de que no se tenga una medida del N mineral del suelo al inicio del cultivo, se pueden hacer aproximaciones para estimar este valor, teniendo en cuenta el cultivo anterior, ya que hay cultivos que suelen dejar poco N mineral residual en el suelo al final del cultivo, mientras que otros dejan cantidades elevadas. La cantidad de N mineral residual también depende de la cantidad de fertilizante que se haya empleado en el cultivo anterior en comparación a sus necesidades.
• El aporte de N por mineralización de la materia orgánica o humus del suelo, se puede estimar utilizando los valores que se dan en la tabla 4.2, de acuerdo con el contenido de materia orgánica del suelo y su textura.
• El aporte de N por mineralización de las enmiendas orgánicas se calculará teniendo en
cuenta la riqueza en N de la enmienda aplicada y la velocidad de mineralización.
• El aporte de N con el agua de riego se calcula a partir del agua aplicada y de su concentración de nitrato, teniendo en cuenta que el nitrato tiene 22,6% de N. El contenido de amonio en el agua de riego es despreciable, excepto cuando se emplean aguas residuales
depuradas. En la tabla 3.1 se indican las aportaciones en nitrato del agua de riego en función de su contenido en N y de la dosis de riego utilizada.

Fósforo y Potasio

La estrategia de fertilización fosfatada y potásica debe contemplar la aportación de una cantidad de fósforo y potasio que sea suficiente para cubrir las necesidades del cultivo en estos elementos y, al mismo tiempo, mantener el suelo con unos niveles satisfactorios de fósforo y potasio asimilables.
El cálculo de las necesidades de abonado fosfatado y potásico se puede realizar mediante un balance simplificado de estos nutrientes en el suelo, que incluya las principales entradas y salidas en el sistema suelo-planta.
La cantidad de fertilizante fosfatado o potásico que se necesita aplicar a un cultivo se puede
obtener a partir de la fórmula siguiente:

• Dosis de fertilizante = (Extracción de fósforo o potasio por el cultivo + Lixiviación + Fijación) – (Aporte de la reserva del suelo en nutrientes asimilables + Aporte por los restos de cosecha + Aporte con las enmiendas y abonos orgánicos + Aporte con el agua de riego).

Dado que en este balance algunos términos son de difícil determinación o predicción, como sucede con los procesos de lixiviación y fijación, se puede recurrir a un balance simplificado que incluya únicamente los términos más  relevantes:

• Dosis de fertilizante = Extracción de fósforo o potasio por el cultivo – (Aporte de la reserva del suelo en nutrientes asimilables + Aporte por los restos de cosecha + Aporte con las enmiendas y abonos orgánicos + Aporte con el agua de riego).

La determinación de cada uno de estos términos se realiza como se indica a continuación:
• La extracción del fósforo o potasio por el cultivo para la producción prevista se puede calcular a partir de las cifras que se indican en las tablas 23.3.2 y 23.3.3 (absorción total de P2O5 y K2O en kg/ha).

• El P o K asimilables disponibles de la reserva del suelo se determina en función del nivel de riqueza del suelo en estos nutrientes, para lo cual se requiere conocer la fertilidad del suelo mediante el análisis químico del mismo y su posterior interpretación de los resultados, utilizando los valores de las tablas 10.1 y 11.1.

  • El aporte de P y K en los restos del cultivo precedente se puede estimar a partir de los valores que se muestran en las tablas 23.3.2 y 23.3.3. A efectos prácticos de cálculo se puede considerar el 100% de este P y K como disponible para los cultivos siguientes, en el supuesto de que tales residuos se incorporen al suelo.
  • El aporte de P y K en las enmiendas y abonos orgánicos se puede obtener conociendo la dosis, el tipo de producto aplicado y las características físico-químicas del mismo. En el capítulo 6 se indican los contenidos de P y K de las enmiendas y abonos orgánicos.
  • El aporte de K con el agua de riego se puede calcular a partir de la dosis de agua aplicada y de su concentración de potasio. Este aporte tiene una cierta importancia cuando se utilizan aguas subterráneas para el riego. Así pues, en el supuesto de que se riegue con un agua que tenga 10 mg de potasio/l, y que se aplique una dosis de 4.000 m3/ha, la cantidad de potasio añadida con el agua de riego sería 40 kg K/ha, que equivalen a 48 kg K2O/ha.

Dosis de nutrientes recomendadas

A modo orientativo, en la tabla 23.4 se indican las dosis de abonado que pueden emplearse para los niveles de producción especificados, si no se dispone de una información local de los
servicios técnicos de agricultura que se haya obtenido mediante estudios técnicos en la zona.

Para determinar las dosis adecuadas de N a aplicar en el abonado en un caso concreto, se aplica la siguiente fórmula:

donde:

  • Fc es el factor de proporcionalidad entre la producción típica de la zona y la que aparece en la tabla 23.4.
  • Nmin suelo es el nitrógeno mineral en el suelo en la capa de 0-60 cm, poco antes de la siembra o plantación.
  • Nriego es el N aportado en el agua de riego. En los cultivos de leguminosas, estas indicaciones para el cálculo de abonado nitrogenado mediante el balance de nitrógeno son de más difícil aplicación, ya que en este caso una parte importante de las entradas de N (fijación biológica) es de difícil cuantificación.

Para calcular las dosis necesarias de P y K a aplicar en el abonado en un cultivo determinado se puede utilizar la fórmula siguiente:

donde:

  • Fc es el factor de proporcionalidad entre la producción normal de la zona y la que se muestra en la tabla 23.4.
  • Fs es el factor corrector en función de la riqueza del suelo en P y K asimilables (tablas 10.1 y 11.1). Los valores de Fs para los niveles Muy bajo, Bajo, Medio, Alto y Muy alto son: 1,5, 1,3-1,4, 0,8-1,2, 0,1-0,7 y 0, respectivamente.
  • PK restos de cosecha, que se estiman a partir de los valores de las tablas 23.3.2 y 23.3.3.
  • PK productos orgánicos, que se estiman a partir de la información comercial, análisis químico o valores de tablas estándar.
  • K riego es el K aportado con el agua de riego. En los cultivos de invierno, se ha observado que, debido a las bajas temperaturas, es conveniente realizar una aplicación moderada (alrededor de un 50% de la dosis de restitución) de abono fosfatado, incluso en suelos con niveles altos de fósforo asimilable.

 

Épocas y momentos de aplicación
Una vez determinadas las necesidades de abonado, hay que establecer los momentos adecuados para su aplicación. La idea principal del fraccionamiento del abonado, sobre todo en el caso del nitrógeno, es que permite aumentar la eficiencia de uso del fertilizante al acompasar mejor el suministro del nutriente con su absorción por el cultivo.

En el caso del riego tradicional (por surcos o por inundación), la distribución temporal debe ser aproximadamente:

Abonado de fondo:

  • • Nitrógeno: 20-40% del total.
  • • Fósforo: 100% del total.
  • • Potasio: 100% del total.

Abonado de cobertera:

  • Nitrógeno: 60-80% del total, repartido en una o varias aplicaciones, dependiendo de la duración del cultivo, evitando aplicar en la última parte del ciclo de cultivo.
  • En el caso de la fertirrigación la distribución del N, P y K es mucho más fraccionada y, en general, debe aplicarse entre un 20-30% en el primer tercio del ciclo de cultivo, un 50-60% en el segundo tercio, y un 10-30% en el último tercio del ciclo.

Algunas normas básicas que conviene tener en cuenta son:

  • En la fase inicial del cultivo, las exigencias de nutrientes son bajas, pero si se produce un déficit de nitrógeno los efectos sobre el crecimiento pueden ser irreversibles.
  • Durante los períodos fenológicos como la floración, el cuajado y la formación de bulbos,
  • deben evitarse aplicaciones excesivas de nitrógeno.
  • En la fase final del cultivo, la aplicación de N deber ser pequeña o nula, ya que puede repercutir negativamente en la calidad y puede ocasionar niveles altos de N mineral en el suelo que, posteriormente, podría lixiviarse.

Abonado de la patata

Abonado de la patata

Horacio López Córcoles
Doctor Ingeniero Agrónomo
Prudencio López Fuster
Doctor Ingeniero Agrónomo
Instituto Técnico Agronómico
Provincial (ITAP). Diputación de Albacete
.

Ciclo del cultivo
En España se cultivan distintos ciclos de cultivo, clasificados básicamente en cuatro grupos: extratemprano, temprano, media estación y tardía. A partir del año 1990 para cada uno de estos ciclos, se puede observar que la superficie de cultivo se ha mantenido estable para la patata extratemprana, mientras que ha descendido notablemente para el resto de los ciclos. La producción ha descendido también conforme lo ha hecho la superficie, si bien se observa un aumento de los rendimientos con el transcurso de los años.

NECESIDADES NUTRICIONALES

Papel de los nutrientes y micronutrientes

Aunque la calidad depende en gran medida de la variedad, la disponibilidad de nutrientes influye evidentemente en la misma. Los parámetros de calidad están marcados por el  destino de la producción, dependiendo si es para el mercado fresco o la industria. Dentro de ésta, las posibilidades son varias, desde la industria de la congelación hasta la fritura industrial (donde la presencia de azúcares reductores es poco deseable por el color oscuro que transfieren a las patatas fritas), pasando por la deshidratación para purés o la extracción del almidón.

El nitrógeno aumenta el desarrollo de la planta, el área foliar y, por tanto, la superficie que es capaz de fotosintetizar. La materia seca total aumenta y también el tamaño de los tubérculos y su contenido en almidón. La disponibilidad del nitrógeno debe estar asociada a su ritmo de absorción y la estrategia de una buena fertilización debe estar basada en aportar los fertilizantes en tiempo y forma que sean asimilados por la planta. Un exceso de este elemento o el aporte tardío es contraproducente ya que produce un desarrollo excesivo de la parte aérea a expensas de la tuberización, así como un alto contenido en azúcares reductores y alto contenido en proteína. Además, las enfermedades encuentran un medio adecuado para su desarrollo.

http://www.yara.us/images/362-49262Potatoes-NITROGEN%20DEFICIENCY-4120-Main%20Image.JPEG

El fósforo favorece el desarrollo radicular, el número de tubérculos y la concentración de almidón. Además, produce un desarrollo más temprano del cultivo y adelanta la tuberización, lo que es especialmente interesante para los cultivos extratempranos.

http://www.yara.us/images/362-49286Potatoes-PHOSPHORUS%20DEFICIENCY-4759-Main%20Image.JPEG

El potasio influye fundamentalmente en el contenido en materia seca, lo que está directamente relacionado con la susceptibilidad a los daños por golpes y al comportamiento en el almacenaje. Favorece, además, el crecimiento radicular, incrementa la resistencia a las heladas, a la sequía y a las enfermedades criptogámicas.

http://www.yara.us/images/362-49295Potatoes-POTASSIUM%20DEFICIENCY-4761-Main%20Image.JPEG

La patata se muestra especialmente sensible a la carencia de magnesio por ser un elemento constituyente de la clorofila y de diversas enzimas.

http://www.yara.us/images/362-49199Potatoes-MAGNESIUM%20DEFICIENCY-4126-Main%20Image.JPEG

En determinados suelos arenosos se puede presentar la carencia de calcio, elemento necesario para la división y el crecimiento celular, así como para diversos procesos metabólicos y de absorción de nutrientes.

La aportación de azufre está relacionada con efectos favorables en la formación del tubérculo, por lo que puede recomendarse el empleo de fertilizantes que contengan este elemento (sulfato amónico, nitrosulfato amónico, sulfato potásico o abonos NPK conteniendo azufre).

Potatoes-SULPHUR DEFICIENCY-4124-Main Image

Necesidades y absorción de nutrientes a lo largo del ciclo del cultivo

La patata es un cultivo especialmente exigente en nitrógeno y potasio. Los valores de nutrientes absorbidos varían en función, por un lado, de la duración del ciclo, de la variedad, etc., y por otro, de la disponibilidad de los mismos y del rendimiento. De forma orientativa, las necesidades, expresadas en kilogramos de elementos nutritivos por tonelada de tubérculos producidos son:

Fisiopatías

El cultivo de la patata presenta ciertas fisiopatías relacionadas con la nutrición, bien por exceso o por defecto de determinados elementos.

Filosidad (brotes largos y delgados): aunque se producen por diversas causas, también se relaciona con un déficit en manganeso.

Tubérculos ahuecados y con grietas: se producen principalmente por aportes excesivos de nitrógeno durante el último periodo en el ciclo del cultivo.

RECOMENDACIONES DE ABONADO

Como norma general y en ausencia de otros factores, la relación N.P2O5.K2O habitual en el
abonado de fondo es 1.2.3, debiéndose completar con las aportaciones de nitrógeno en cobertera.

No obstante, la aplicación de fertilizantes debería estar basada en el análisis de suelo de la parcela a cultivar y en el lugar que ocupa el cultivo en la rotación. Normalmente, la patata es cabeza de rotación.

Cálculo de la dosis

De forma generalizada en todos los cultivos, para el cálculo de la dosis deberá tenerse en cuenta el balance de cada uno de los nutrientes, es decir, las entradas y las salidas. La diferencia entre las salidas y las entradas de nutrientes debe compensarse con los fertilizantes, corregidos con la correspondiente eficiencia.

Para determinar las necesidades de fertilizante nitrogenado se deberá tener en cuenta la mineralización de la materia orgánica. Esta cuestión es clave pero difícil de determinar a priori porque influye, además del contenido de materia orgánica y el tipo de suelo, la meteorología. No obstante, los centros de transferencia y de asesoramiento de las distintas regiones disponen de datos medios de mineralización que pueden ser utilizados como una buena estimación.

Si cuando se va a proceder al abonado no se encuentra una formulación con el equilibrio exacto que se desea aplicar, hay que darle prioridad al nitrógeno frente al resto de elementos. Épocas y momentos de aplicación La práctica habitual es aplicar toda la dosis de fósforo y de potasio en presiembra, junto con una pequeña proporción de nitrógeno (alrededor del 20%), unos días antes de la siembra. El resto del nitrógeno debe ser aportado a partir de los 20 días de la emergencia. Para evitar su lixiviación, las aportaciones deberán acompasarse al ritmo de absorción de nitrógeno por la planta, norma que es especialmente importante en suelos ligeros. Si la parcela es de regadío y el sistema de riego lo permite, el mejor método de aplicación del nitrógeno es la fertirrigación. Esta práctica permite aportar el nitrógeno paulatinamente desde la emergencia hasta que el cultivo presenta el 80% de cobertura del suelo. Forma en que se aportan los elementos nutritivos (mineral/orgánica). Debido a que este cultivo suele ser cabecera de rotación, es normal aplicar una aportación de estiércol de 20 t/ha.

La práctica habitual es aplicar el fertilizante de fondo mediante un complejo NPK. En cobertera se suele emplear urea, solución nitrogenada 32, etc., y nitrosulfato amónico cuando se desea aportar también azufre especialmente indicado en suelos calizos.

Programas de fertilización

De acuerdo con las consideraciones anteriores, se proponen en la tabla 19.4 diferentes programas de abonado mineral.

Enlace visual de deficiencias nutricionales  en patata

Abonado de los citricos

Abonado de los citricos

Ana Quiñones Oliver Doctora Ingeniera Agrónoma
Belén Martínez Alcántara Doctora Ingeniera Agrónoma
Eduardo Primo-Millo Doctor Ingeniero Agrónomo
Francisco Legaz Paredes Doctor en Ciencias Biológicas
Instituto Valenciano de Investigaciones Agrárias (IVIA)
 
 

Papel de los nutrientes

El nitrógeno constituye el elemento más importante en la programación anual del abonado. Su influencia sobre el crecimiento, la floración y la productividad es notable, así como, en ciertas condiciones, sobre la calidad del fruto.

El fósforo participa en el metabolismo de los azúcares, de los ácidos nucleicos y en los procesos energéticos de la planta.

El potasio es esencial como coenzima en numerosos enzimas, así como la exigencia de elevadas cantidades del mismo durante la síntesis proteica. Especialmente importante es su papel en la fotosíntesis y en el metabolismo de los hidratos de carbono. El magnesio tiene como función más importante ser un constituyente del átomo central de la molécula de clorofila.

El calcio es un macronutriente que presenta diferencias muy notables con el resto, ya que su incorporación al citoplasma celular se halla  severamente restringido. La mayor parte de su actividad en la planta se debe a su capacidad de coordinación, ya que es capaz de establecer uniones estables y, al mismo tiempo reversibles, entre moléculas.

El azufre juega un papel clave en la síntesis de proteínas. Es un componente importante de algunos aminoácidos como la cisteína, la cistina, etc., y de la coenzima A.

En cuanto a los microelementos: el hierro forma parte de la ferredoxina y los citocromos, sustancias transportadoras de electrones y, por lo tanto, fundamentales en la fotosíntesis y en la respiración; el zinc interviene en distintas enzimas. Indirectamente, su deficiencia inhibe la síntesis proteica; el manganeso está involucrado en la activación de numerosos enzimas; el cobre actúa en la planta fundamentalmente en las uniones enzimáticas en las reacciones redox; el boro en los cítricos tiene un papel todavía poco conocido. No se tiene evidencia de que participe en estructuras enzimáticas y muy pocas de que la actividad de éstas se vea estimulada o inhibida por él; y el molibdeno interviene en la fijación del nitrógeno atmosférico y en la reducción del nitrato.

Deficiencias nutritivas

La insuficiencia en la disponibilidad de un elemento mineral con repercusiones negativas sobre el desarrollo y la productividad recibe el nombre de deficiencia o carencia.

La deficiencia de nitrógeno se caracteriza por una reducción del tamaño de las hojas y un  amarilleamiento general de éstas, más acusado en los nervios. Particularmente intensos son estos síntomas en las hojas de los brotes con fruto. Los frutos que alcanzan la madurez suelen ser de menor tamaño, con la corteza muy fina y de buena calidad.

Deficiencia de nitrogeno en citricos
Deficiencia de nitrógeno en cítricos

La carencia de fósforo es muy difícil detectar  en campo, no sólo porque no es frecuente en las plantaciones de cítricos, sino porque no presenta manifestaciones claras. En las plantas deficientes en este elemento la floración es más escasa, los frutos son de mayor tamaño pero con menos zumo, corteza más gruesa y menos consistentes.

Los síntomas de carencia del potasio son poco visibles y específicos, precisándose de análisis foliares para su detección. Afectan, sobre todo, a las hojas viejas, dada la movilidad de este elemento en la planta, que se arrugan y enrollan. Los frutos son pequeños y con la corteza delgada y suave, que tiende a colorear prematuramente.

Deficiencia de potasio en citricos
Deficiencia de potasio en citricos
Deficiencia de potasio en citricos
Deficiencia de potasio en citricos
Deficiencia de potasio en citricos
Deficiencia de potasio en citricos

La carencia del magnesio se manifiesta por un amarilleamiento de la hoja, principalmente las viejas, que no alcanza toda la superficie, queda una “V” rellena de color verde, con su vértice apuntando hacia el ápice de la hoja.

Deficiencia de magnesio en citricos
Deficiencia de magnesio en citricos

La deficiencia del Mg produce frutos de menor tamaño, con una corteza más delgada, menor contenido en azúcares y acidez total.

Los síntomas más característicos de la deficiencia de calcio son la reducción del desarrollo, pérdida de vigor, desecación de las puntas de las ramas y defoliaciones. El rendimiento de la cosecha y el tamaño del fruto pueden verse ligeramente reducidos en estas condiciones. Ocasionalmente presenta rejados en las frutas.

Deficiencia de calcio en citricos
Deficiencia de calcio en citricos

En plantas con carencia de azufre se observa un comportamiento similar a la carencia de nitrógeno. Las hojas presentan un color verde pálido, pero además se produce un encorvamiento de las puntas de las hojas, que avanza hacia la base.

Dada la falta de movilidad del hierro por la planta para movilizarse desde las hojas viejas, la carencia de hierro se manifiesta por la tonalidad amarilla que adquieren las hojas de las brotaciones jóvenes, excepción hecha de sus nervios que permanecen verdes. Además se reduce el número y tamaño final de los frutos, así como el contenido en sólidos solubles totales.

Deficiencia de hierro en citricos
Deficiencia de hierro en citricos
Deficiencia de microelementos en citricos
Deficiencia de microelementos en citricos

La deficiencia de zinc se caracteriza por la formación de zonas amarillentas alrededor de los nervios secundarios de las hojas que destacan sobre un fondo verdoso. En estados graves, las hojas, principalmente las jóvenes, alcanzan un tamaño inferior al normal. Además, la cosecha se reduce y los frutos son de menor tamaño, con la corteza fina, poco zumo y baja concentración de sólidos solubles.

Deficiencia zinc citricos

La deficiencia del magneso se caracteriza por la aparición de lagunas amarillas, relativamente irregulares en su forma y distribución, sobre las hojas jóvenes, pero sin alterar su tamaño ni forma. Suelen coexistir con las carencias de Zn.

La carencia del cobre en los cítricos es difícil de encontrar, ya que los tratamientos fungicidas que se aplican en su cultivo son suficientes para cubrir las necesidades de los árboles.

Los síntomas de carencia del boro son poco específicos, siendo los más relevantes manchas traslúcidas, amarilleamiento de nervios, d-formación y color  bronceado de las hojas jóvenes y bolsas de goma en el albedo de frutos.

La carencia de molibdeno en los cítricos trae consigo una sintomatología muy parecida a la falta de N. Además se manifiesta por una escasa cantidad de hojas y éstas tienden a curvarse hacia arriba.

Consumo de nutrientes a lo largo del ciclo de cultivo.

Las necesidades nutritivas se definen como la cantidad de elementos nutritivos consumidos por la planta durante un ciclo vegetativo anual. En la determinación de éstas se incluye el consumo en el desarrollo de nuevos órganos (vegetativos y reproductivos) y en el crecimiento de los órganos viejos permanentes.

Las hojas de ciclos anteriores (hojas viejas), se deben considerar como fuente de nutrientes, ya que al principio del ciclo vegetativo removilizan, hacia los nuevos órganos, una proporción importante de su contenido en elementos móviles y, cuando las condiciones del medio y de la planta les permiten recuperar parte de los elementos exportados, una parte de estas hojas ya se ha desprendido del árbol.

Las necesidades nutritivas de los agrios para plantas de diferentes edades se exponen en la tabla 24.2.

Necesidades nutritivas de los agrios

Así mismo, se muestra que parte de estos nutrientes son aportados por las reservas contenidas en las hojas viejas. En el caso del hierro, dada su escasa movilidad en la planta, la aportación por las hojas puede considerarse inapreciable. Evidentemente, los valores expuestos en esta tabla son de tipo medio y pueden sufrir variaciones en función de las características de la planta; sin embargo, tienen un valor indicativo aproximado de las necesidades reales de los agrios.

RECOMENDACIONES DE ABONADO

Para aportar una dosis razonable de abono a una plantación de cítricos hemos de considerar, en primer lugar, la cantidad de nutrientes que consume el cultivo anualmente (tabla 24.2) y, por otro lado, la eficiencia o proporción de elementos que aprovecha el arbolado cuando se aplican los fertilizantes.

Necesidades nutritivas de los agrios

Eficiencia en el uso de los fertilizantes El concepto de eficiencia en el uso de los abonos se define como la proporción de un elemento que es aprovechado por el arbolado cuando se aplica una dosis determinada del mismo.

Generalmente, la relación que existe entre el elemento aplicado y su aprovechamiento por el cultivo no es lineal, de modo que, conforme se aplican dosis crecientes la eficiencia disminuye. Esta respuesta indica que la eficiencia se debe calcular para la dosis considerada agronómicamente óptima para un cultivo con unas prácticas culturales determinadas.

Cálculo de la dosis de abonado de cítricos

Partiendo de los datos expuestos en la tabla 24.2 y aplicando un incremento de nutrientes en función de la eficiencia media de los fertilizantes más utilizados, se pueden obtener las recomendaciones de abonado en función de la edad de la plantación, diámetro de copa, densidad de plantación y producción.

Dosis anual = Necesidades anuales netas (tabla 24.2) x F1 x F2

Siendo:

  • F1 = 100/Porcentaje eficiencia en la utilización de los fertilizantes en riego por inundación o goteo.
  • F2 = Factor de conversión de elementos nutritivos en unidades fertilizantes (UF/kg: N x 1= N; P x 2,3= P2O5; K x 1,2= K2O; Mg x 1,7= MgO; Fe x 1=Fe).

Normalmente, las dosis se establecen en función de la edad de la plantación, pero es más conveniente calcularlas de acuerdo con el diámetro de copa, ya que el porte del arbolado en relación con la edad puede variar considerablemente según el vigor de la combinación variedad/patrón y las condiciones de cultivo.

Por otro lado, las dosis se han calculado para la densidad del arbolado más típica de cada grupo de variedades (marco de plantación) y para producciones medias, ya que rendimientos bajos o altos originan un crecimiento vegetativo abundante o escaso, respectivamente, que da lugar a un consumo similar de nutrientes. En la figura 24.1 se presentan las curvas de las dosis recomendadas (g/árbol) de N, P2O5, K2O, MgO y Fe para los diferentes grupos de cítricos en función del diámetro de copa de las plantas.

Dosis anual estándar de N inundación, N goteo, P2O5, K2O, MgO, Fe inundación y Fe goteo. Cítricos

En la tabla 24.3 se exponen las fórmulas matemáticas para el cálculo de estas dosis en función del diámetro de copa, desde el momento de la plantación hasta el máximo desarrollo vegetativo que les permite su marco de plantación (en este momento las copas se tocan).

Necesidades nutritivas de los agrios

Dosis anual estándar (y:g/árbol) en función del diámetro de copa (x:cm)

Dosis anual = Necesidades anuales netas (tabla 24.2) x F1 x F2

En el momento que los árboles alcancen el diámetro máximo de copa que les permite su marco de plantación, se aplicará la dosis máxima (tabla 24.4).

Con posterioridad, ésta se continuará suministrando con independencia de la edad de la plantación. Las dosis por hectárea se han considerado las mismas para cualquier grupo de variedades de cítricos, con diferente porte, debido a que el consumo más bajo en plantas con un menor marco de plantación se ve compensado con un mayor número de plantas por hectárea. En cambio, cuando las dosis se expresan en g/árbol, éstas varían en función del diámetro de copa del arbolado (figura 24.1 y tabla 24.3).

Las dosis recomendadas para el N, P y Fe son superiores en riego por inundación que en goteo, por la mayor eficiencia en la absorción de estos nutrientes en el riego por goteo; en cambio, para el K y Mg, se pueden considerar las mismas dosis en ambos sistemas de riego.

Para la obtención de las dosis de MgO, además del consumo anual y la eficiencia del uso de los fertilizantes, se ha tenido en cuenta que la relación K/Mg (expresados en meq. 100 g/suelo) en el bulbo debe mantenerse en un rango óptimo del 0,16 al 0,35 (Legaz, 1997).

Para no afectar este equilibrio catiónico del suelo se ha considerado que ambos fertilizantes deberían aplicarse en una relación, expresada en meq, aproximadamente igual al límite superior del rango (0,35).

La mayor parte de los suelos contienen cantidades considerables de Fe suficientes para atender las necesidades de los cultivos durante muchos años. Sin embargo, los estados deficitarios de Fe en los cítricos son, en la mayor parte de los casos, inducidos por las condiciones del suelo que favorecen la transición de los iones de Fe solubles a compuestos que no pueden ser absorbidos por la raíz.

Optimización de la dosis anual estándar Para realizar una buena planificación de la fertilización con el fin de corregir, por exceso o defecto, las cantidades indicadas, es conveniente disponer del análisis foliar, a fin de conocer el estado nutritivo de la plantación, del análisis de suelo, para evaluar la riqueza en elementos asimilables y  aquellas características que pueden ser desfavorables o limitantes para el desarrollo del cultivo.

También es muy adecuado disponer del análisis del agua de riego, con objeto de conocer el contenido en elementos nutritivos, así como la presencia de iones tóxicos para la planta. En la obtención de las dosis expuestas en la figura 24.1 se ha considerado que los niveles foliares son óptimos y la concentración de nitrato y magnesio en el agua de riego es inferior a 50 y 10 mg/l, respectivamente. Las correcciones para optimizar la dosis anual estándar de N, P2O5, K2O y MgO se exponen en los apartados siguientes.

Corrección por el análisis foliar

El análisis foliar es el procedimiento más adecuado para diagnosticar el estado nutritivo del arbolado, ya que informa sobre la absorción real de los nutrientes por la planta, muestra la presencia de estados carenciales o excesivos y sugiere la aparición de antagonismos entre nutrientes.

Dosis máxima anual estándar para cítricos en función del máximo desarrollo del arbolado para el marco típico de plantación de cada grupo de variedades

La tabla 24.5 muestra los valores foliares de referencia de diferentes estados nutritivos de varias especies de cítricos (Legaz y Primo-Millo, 1988; Legaz et al., 1995) y, además, permite evaluar las reservas disponibles en elementos móviles. Por tanto, las dosis expuestas en la figura 4.1 y las tablas 24.3 y 24.4 se corregirán multiplicándolas por los factores asignados a cada nivel foliar (tabla 24.6).

Niveles foliares de referencia de macro y micronutrientes en cítricos

Factores de corrección recomendados en riego a goteo según el análisis foliar

Corrección de las dosis de nitrógeno según el contenido en NO–3 en el agua de riego En la tabla 3.1 se facilita un cuadro con la cantidad de nitrógeno aportado por el agua de riego en función de su contenido en nitratos y del caudal empleado. Para un volumen de 5.000 m3/ha y un factor de eficiencia en la utilización del nitrógeno del agua de 0,6, en la tabla 24.7 se indican las aportaciones de nitrógeno por el agua en riego a goteo.

Cantidad de nitrógeno aportado con el agua de riego, según consumo de agua y contenido en nitratos (kg/ha)

Aportación de nitrógeno por el agua en riego a goteo

 

Estas aportaciones se restarán de la  dosis de nitrógeno a aplicar al cultivo. Corrección de las dosis de magnesio según el contenido en MgO en el agua de riego Cuando el contenido en magnesio del agua sea superior a 10 mg/l, a las cantidades de Mg recomendadas, se restará el Mg suministrado por el agua (tabla 24.8).

Aportación de magnesio por el agua en riego a goteo

Como ya se ha indicado, cuando los valores de Mg sean muy elevados, habrá que realizar aportes de K para contrarrestar el efecto antagónico existente entre estos dos elementos. Distribución estacional de la dosis estándar y la optimizada (épocas y momentos de aplicación).

La disposición de curvas de absorción estacional de nutrientes es un aspecto básico para establecer las épocas de abonado de los cítricos; sin embargo, existe escasa información al respecto. Primo-Millo y Legaz mediante el uso de los isótopos estables del N, han obtenido las curvas de absorción del N a lo largo del ciclo vegetativo en plantas jóvenes sin fructificación y en plantas adultas con fruto.

Con los resultados obtenidos en estos estudios y, considerando la dinámica de los nutrientes en la planta y el suelo, se ha establecido la distribución estacional de las dosis de N, P2O5, K2O, MgO y Fe para riego a goteo para plantones y plantas adultas con diferente época de maduración (tablas 24.9 a 24.11).

Distribución mensual de los nutrientes sobre la dosis total

La distribución en riego por inundación fue establecida por Legaz y Primo-Millo (1988). Forma en que se aportan los elementos nutritivos.

En suelos calizos, el nitrógeno se aportará en forma amoniacal durante la primavera y nítrico-amoniacal o nítrica durante el verano y otoño.

El fósforo se aplicará en riego por inundación a través de abonos complejos, ternarios o binarios (fosfato diamónico) y en riego por goteo igualmente a través de abonos complejos solubles ternarios o binarios (fosfato monoamónico) o fertilizantes simples fosfatados (ácido fosfórico).

El potasio se suministrará en riego por inundación a través de abonos complejos, ternarios o binarios, o fertilizantes simples potásicos (sulfato potásico), y en riego por goteo, igualmente a través de abonos complejos solubles ternarios o binarios (NK) o fertilizantes simples potásicos (solución potásica).

El hierro se aportará en forma de quelato por vía suelo.

El zinc, manganeso, boro, cobre y molibdeno serán aportados por vía foliar o, preferentemente, vía suelo para el zinc y el manganeso, en el caso de que se disponga de la forma quelatada. En suelos ácidos, el nitrógeno se suministrará con las mismas formas que en suelos calizos, pero con el catión Ca++ incorporado.

El fósforo se aportará como superfosfato de cal en inundación y como fosfato monoamónico en goteo. Para aportar el potasio y magnesio se utilizarán las mismas fuentes que en los calizos.

El hierro, zinc, y manganeso pueden aportarse como sulfato o nitrato preferentemente por vía suelo. El resto de micronutrientes se suministrarán como en los suelos calizos.

CONSEJOS PRÁCTICOS DE ABONADO

En la tabla 24.12 se expone el resultado de un análisis foliar de un naranjo adulto con un diámetro de copa de 4 m (12 años) y la optimización de la dosis anual estándar en función de los factores de corrección (tabla 24.6) en riego a goteo. FERTICIT: Un sistema de ayuda a la decisión en la programación de fertirriego en cítricos, desarrollado en el IVIA.

corrección de dosis de abono a aplicar en función del análisis foliar

En la siguiente dirección: http://www.ivia.es/deps/otri/SW_OTRI.htm, se presenta un programa que permite calcular las dosis de abono y cuando aplicarlas. El sistema permite ajustar las necesidades específicamente a cada plantación teniendo en cuenta factores como edad, marco, tamaño o método de riego, y si los hubiese, los valores analíticos de suelo, agua y hojas. Para ampliar la información de aspectos citados en relación con la fertilización de los cítricos se puede consultar la bibliografía siguiente: Legaz y Primo-Millo (1988), Legaz et al. (1995), Quiñones et al. (2005), Quiñones et al. (2007) y Legaz et al. (2008).

Abonado de los cereales trigo y cebada

Abonado de los cereales trigo y cebada

Luis López Bellido
Doctor Ingeniero Agrónomo
Catedrático de Producción Vegetal
ETSIA. Universidad de Córdoba

Fertilización nitrogenada

La fertilización nitrogenada debe corregir y completar en el tiempo la liberación de nitrógeno a partir de la materia orgánica. Por ello, el establecimiento de la dosis de fertilizante y la fecha de aplicación constituyen un problema importante, y a la vez complejo y aleatorio, que cada año se plantea de forma distinta al agricultor. Para tomar tal decisión deben aunarse un conjunto de conocimientos (necesidades del cultivo, reservas del suelo, clima y residuos del cultivo anterior), de observaciones (estado del medio y del cultivo) y estimaciones aproximadas (meteorología futura y potencial de rendimiento del cultivo).

La diferencia entre la absorción de nitrógeno por la cosecha y las disponibilidades del suelo determinan teóricamente el fertilizante a aplicar. Sin embargo, será necesario introducir un
índice corrector, referido a la eficacia real de la fertilización. Este índice de eficacia se considera que en condiciones de campo varía del 40 al 80%, aunque cuando existe déficit hídrico o la fertilización se realiza en la siembra, la eficiencia del N puede ser inferior.

Como ya ha sido visto en capítulos anteriores, los métodos clásicos para determinar las necesidades de N fertilizante son el del balance y el del N mineral (Nmin). El método basado en la concentración de clorofila en la hoja es más reciente y se utiliza para controlar el nivel de N de la planta en el campo, y determinar el momento adecuado de aplicación de las coberteras de N.

Utilizando esta herramienta puede sincronizarse la aplicación de N fertilizante con la demanda del cultivo. Los medidores de clorofila están siendo utilizados con éxito en diferentes cultivos herbáceos y leñosos, entre ellos los cereales. A la vista de la complejidad y variabilidad de los factores que intervienen en el método de balance para establecer la fertilización nitrogenada, es difícil precisar el nivel óptimo de abonado si no se llevan a cabo estudios y determinaciones analíticas que permitan conocer con exactitud, para cada zona, las cifras concretas de cada partida del balance.

Cuando éstas no se conocen, como es frecuente en muchas áreas y en concreto en las condiciones mediterráneas, deben utilizarse métodos más simples, y a veces empíricos, deducidos de la experiencia local, para establecer la dosis de fertilización nitrogenada. Una simplificación empírica, cuya validez es confirmada por la experiencia, es estimar las necesidades de nitrógeno en función del objetivo de producción, estableciéndose que las aportaciones suministradas por el suelo se equilibran con el coeficiente de utilización del fertilizante, con la lixiviación invernal y con el bloqueo del nitrógeno mineral derivado del enterrado de los residuos de la cosecha anterior.

Fertilización nitrogenada del trigo

Las necesidades de nitrógeno del trigo son, como promedio, 30 kg por cada 1.000 kg de grano producido. Estas necesidades pueden variar, según variedades y condiciones ambientales, desde 28 a 40 kg de nitrógeno por cada 1.000 kg de trigo, siendo la respuesta más eficiente en las modernas variedades de talla baja. Otro dato a considerar es el remanente de nitrógeno no utilizado por el cultivo, que para suelos profundos se estima en un nivel medio de 30 kg N/ha.

Estudios que hemos realizado durante varios años en la campiña andaluza indican un nivel de nitratos, en la siembra, en los primeros 90 cm de suelo, entre 60 y 90 kg N/ha. Los valores de nitrógeno mineralizado, en la misma zona, fluctúan entre 40 y 60 kg N/ha/año.

La dosis global de fertilizante nitrogenado habitualmente empleada en el trigo varía entre 120 y 200 kg N/ha, según el rendimiento esperado, la pluviometría y las técnicas de cultivo. En zonas más marginales, con déficit hídrico, las dosis son inferiores, situándose entre 80 y 100 kg N/ha.

Numerosos experimentos que hemos realizado en Andalucía muestran de forma consistente que el rendimiento del trigo solo responde de forma significativa hasta la dosis de 100 kg N/ha. Sin embargo, el contenido de proteínas del grano aumenta significativamente con la dosis de 150 kg N/ha, e incluso con la dosis de 200 kg N/ha en el trigo duro (figura 16.1).

Estas mayores dosis de nitrógeno fertilizante influyen muy positivamente en la calidad harinera y semolera de los trigos. El reparto o fraccionamiento de la dosis global del fertilizante nitrogenado, dependerá de las condiciones climáticas durante el crecimiento del trigo y de las prácticas de cultivo, en especial la época de siembra, la densidad de plantas y las características de la variedad.

En el fraccionamiento hay que tener en cuenta la influencia e importancia de la lixiviación invernal y que las mayores necesidades de nitrógeno del trigo son en el período comprendido entre el ahijado y el encañado.

Puede ser conveniente realizar, a veces, pequeñas aportaciones de nitrógeno antes de la siembra que tengan un efecto de «arranque», en especial en siembras tardías para incentivar el ahijamiento, y en suelos pobres o donde el cultivo anterior fue muy esquilmante.

También puede ser aconsejable esta aplicación en suelos fuertes, que tienen un elevado poder retentivo, o cuando pueden existir dificultades para las aplicaciones posteriores con el cultivo ya establecido. La siguiente aplicación puede realizarse al principio del ahijado (estado de 3 a 5 hojas).

La época y la cuantía de la dosis de esta aplicación orientan la calidad del ahijamiento. La dosis a aplicar en esta etapa será tanto más importante cuanto más baja sea la densidad de plantas, la vegetación más tardía o la variedad más precoz. No deben sobrepasarse, en esta aplicación, las necesidades de nitrógeno del cultivo, pues un excesivo desarrollo vegetativo puede provocar el encamado.

Otra aplicación puede efectuarse al final de la fase de ahijado y comienzo del encañado, que debe ser la última en aquellas zonas donde es frecuente la escasez de lluvias en primavera. Sin duda, la dosis de esta aportación es la más importante por su influencia en la formación del rendimiento, pues aumenta el vigor de los tallos formados, incrementa la proporción de tallos con espigas, mejora el desarrollo de las hojas superiores, favorece o incrementa la fertilidad de la espiga y mejora el llenado del grano.

En las zonas templadas donde las primaveras son lluviosas, o en condiciones de regadío en climas mediterráneos, puede realizarse una última aplicación con la aparición de la última hoja o en el estado de zurrón. De esta forma se asegura una máxima asimilación de nitrógeno en el espigado y la presencia de hojas verdes, a la vez que se incrementa el peso del grano. También con esta aplicación tardía de nitrógeno se mejoran algunas características tecnológicas del trigo relacionadas con la calidad, especialmente se aumenta el contenido de proteínas y la vitrosidad de los trigos duros.

Fertilización nitrogenada de la cebada

El cultivo de la cebada extrae del suelo un promedio de 25 kg de N por cada 1.000 kg de grano producido (tabla 16.2).

En climas semiáridos, típicos del cultivo de cebada, el análisis del nitrógeno mineral residual
en el suelo, antes de la siembra, ha mostrado ser un dato útil para establecer la fertilización nitrogenada de la cebada, al existir una buena correlación entre dicha medida y el rendimiento. La profundidad de suelo recomendada para la toma de muestras varía entre 60 y 120 cm.

Con frecuencia, el incremento del encamado, por altas dosis de nitrógeno, limita la respuesta al nitrógeno de algunas variedades de cebada. El empleo de reguladores de crecimiento permite obtener mejores respuestas. La interacción entre el nitrógeno y el agua influye notablemente en el rendimiento y en el contenido de proteínas de la cebada.

De igual modo, dicha interacción es el factor principal determinante del contenido de proteínas del grano. Bajo condiciones de riego, el contenido de proteínas no varía mucho hasta que la dosis de nitrógeno supera los 100 kg/ha, incrementándose rápidamente a partir de dicha dosis. En secano, el nivel de proteínas del grano se incrementa con la aplicación de cantidades relativamente pequeñas de nitrógeno.

Experimentos realizados en diferentes regiones cebaderas españolas demuestran una gran variabilidad de dosis óptimas de respuesta según clima y suelo. En las zonas más húmedas del norte, con rendimientos comprendidos entre 3.000 y 5.300 kg/ha, la dosis óptima varía entre 80 y 140 kg N/ha, sin que el fraccionamiento de la dosis en siembra y ahijado influya en el rendimiento.

En los secanos más áridos de Castilla-La Mancha, con rendimientos medios de cebada en torno a 2.000 kg/ha, no suele existir respuesta por encima de 50 kg N/ha. En regadío, con niveles de rendimiento superiores a 5.000 kg/ha, la dosis óptima se sitúa en el entorno de 125 kg N/ha, aumentando el contenido de proteínas con el mayor nivel de las aplicaciones de cobertera.

Algunos estudios han demostrado que la aplicación de nitrógeno en la siembra puede ser más efectiva sobre el rendimiento de la cebada que las aplicaciones realizadas en fases posteriores del cultivo. Las aplicaciones tardías pueden incrementar significativamente el contenido de proteínas del grano, por lo cual deben ser utilizadas con moderación en las cebadas cerveceras, en las que un alto nivel de las mismas puede ser perjudicial.

La aplicación de nitrógeno en los estados vegetativos tempranos mejora el crecimiento y el rendimiento, mientras que en el espigado no tiene apenas efecto sobre el rendimiento, aunque incrementa sustancialmente el porcentaje de proteínas del grano. En los suelos ligeros es conveniente fraccionar la aplicación de nitrógeno para que sea utilizado con mayor eficiencia por la planta. Se recomienda la aplicación de 20-30 kg N/ha en la siembra, según el cultivo anterior, y una segunda aportación entre el ahijado y el encañado. La proporción entre ambas aplicaciones se sitúa entre 1:1 y 1:3 según la disponibilidad de agua.

Fertilización fosfopotásica

Para el fósforo y el potasio, elementos que son retenidos por el suelo, el conocimiento de su nivel en el mismo, las extracciones realizadas por las cosechas y las restituciones deben  permitir estimar las cantidades necesarias a aportar. Estos cálculos de balance deben ser  comprobados mediante otro método esencial de información sobre la nutrición mineral de los cultivos, que es la experimentación práctica en las condiciones locales.

De esta manera pueden fijarse las dosis de abonado recomendadas en un medio determinado. La cantidad de fertilizante fosfatado y potásico debe fijarse en función de las extracciones reales del cereal y del nivel de fertilidad del suelo, que determina el grado de respuesta al abonado. Puede obtenerse buena repuesta de los cereales de invierno a la fertilización fosfopotásica en suelos con bajos contenidos de fósforo y potasio y probable respuesta en suelos con contenidos medios de ambos nutrientes.

De todas maneras, el problema es más complejo y la generalización de los niveles críticos puede conducir a error, pues dependen del clima, del tipo de suelo y del sistema de cultivo. Uno de los aspectos más problemáticos en relación con el abonado fosfatado es su fijación por el suelo, que puede dar lugar a que su eficacia no supere el 20%. A esto hay que unir su poca movilidad y la escasa absorción por la planta en condiciones de frío o de sequía, frecuentes en el crecimiento de los cereales de invierno en las zonas semiáridas.

Factores como la capacidad de fijación del suelo, el nivel de carbonato cálcico, pH, el tipo de arcilla, el porcentaje de materia orgánica, etc., condicionan la eficacia del abonado fosfatado. Por todas estas razones, es aconsejable aplicar cantidades más elevadas de abono que las que indiquen las extracciones del cultivo y el nivel del suelo, con la finalidad de conservar o aumentar la solubilidad del fertilizante.

Según numerosos estudios, la eficacia del fósforo aumenta cuando se localiza en bandas junto a la línea de siembra, dada su importancia al comienzo del crecimiento cuando el sistema radicular está poco desarrollado. La experiencia demuestra la falta de respuesta al potasio de los cereales en muchas zonas semiáridas de clima mediterráneo.

La dosis de potasio dependerá de la eficacia del fertilizante (estimada como promedio en el 80%) y de los niveles de transformación de la forma asimilable en fertilizante y viceversa. Gran parte del potasio absorbido por los cereales es restituido al suelo como residuos del cultivo. Puede ocurrir una lixiviación limitada del potasio con altas precipitaciones y en suelos arenosos. En los suelos con bajo contenido en arcilla es donde hay que vigilar más el nivel del nutriente en el suelo.

Considerando que el fósforo es un elemento poco móvil en el suelo y que el potasio también es bien retenido por el complejo absorbente del suelo, sobre todo en suelos pesados y arcillosos, la aplicación de ambos elementos debe efectuarse con las labores de preparación del suelo que permitirán enterrarlos y repartirlos a lo largo de la capa arable, facilitándose la mayor disponibilidad por las raíces.

No es muy aconsejable realizar el abonado fosfopotásico para varios años, es preferible hacerlo anualmente. Sin embargo, cuando las circunstancias obliguen a efectuar aplicaciones a largo plazo, no debe olvidarse que ello es un compromiso entre el ideal teórico y las condiciones prácticas de organización del trabajo. Cuanto más pobre es el suelo en fósforo y potasio, más ligero (mayor lavado de potasio) y más calcáreo (mayor retrogradación de fósforo), menos procedente es la recomendación de realizar aplicaciones para varios años.

La dosis de una aportación a largo plazo no debe implicar una reducción del abonado; más bien debe corresponder a la suma de lo que se aplicaría escalonadamente en los diversos años e incluso superar este total, pues el abonado en bloque sólo puede representar un aumento de las pérdidas.

Fertilización fosfopotásica del trigo

El trigo extrae como promedio 12 kg de anhídrido fosfórico (P2O5) y 28 kg de óxido de potasio (K2O) por cada 1.000 kg de grano producido, incluyendo los órganos vegetativos correspondientes. En los suelos que tengan reservas suficientes de fósforo y potasio sólo será necesario reemplazar las cantidades extraídas por la cosecha anterior, realizando lo que se denomina un abonado de mantenimiento.

Cuando el suelo sea pobre en algunos de estos elementos, será necesario realizar un abonado de corrección para elevar las reservas hasta el nivel óptimo. En la práctica para la fertilización fosfopotásica debe tenerse en cuenta los siguientes criterios:

  • Realizar análisis periódicos del fósforo y potasio asimilables del suelo para observar su
    evolución (cada 3-4 años). Comparar los resultados de dichos análisis con los niveles críticos establecidos, que son función del tipo de suelo y de las técnicas de cultivo. No siempre es fácil conocer con precisión tales niveles al ser muy variables para un mismo cultivo, según las condiciones ambientales. Su determinación requiere trabajos de investigación de laboratorio y de campo para cada zona o área concreta, así como contrastar que la metodología analítica está bien correlacionada con el grado de respuesta del cultivo.
  • Determinar en el cultivo, o mejor en la rotación de cultivos, las cantidades de fósforo y
    potasio absorbidas por las plantas, las que pueden ser lixiviadas (sobre todo de potasio
    en suelos ligeros) y las cantidades que pasan a formas insolubles (caso del fósforo en
    suelos altamente calizos).

El coeficiente de utilización del fertilizante fosfatado es relativamente bajo, pues sólo un 15-20% del mismo es extraído por el cultivo el primer año. La aplicación localizada en las líneas de siembra mejora la eficiencia del abono el primer año respecto a la aplicación a voleo, especialmente en los suelos con bajo nivel de fósforo asimilable.

En los suelos con un contenido de fósforo de medio a alto las diferencias entre ambas formas son mínimas. El rendimiento del trigo en suelos con contenidos bajos y medios de potasio en el perfil de 0-15 cm, se incrementa con la fertilización potásica.

En suelos ricos no suele haber respuesta a la misma. En los suelos muy arenosos y poco profundos se debe prestar una especial atención al abonado con potasio, ante las posibles pérdidas del mismo por lixiviación. Las dosis medias recomendadas en suelos con un contenido de potasio de medio a bajo son de 100-120 kg K2O/ha.

El enterrado del fertilizante a 10-15 cm de profundidad mejora la eficiencia de utilización por la planta. Fertilización fosfopotásica de la cebada Al igual que para el trigo, la respuesta de la cebada a la fertilización fosfopotásica depende del nivel disponible de estos nutrientes en el suelo.

La aplicación localizada en la línea de siembra a dosis bajas puede ser muy efectiva cuando existe poco fósforo disponible en el suelo, obteniéndose rendimientos equivalentes a dosis aplicadas a voleo dos o tres veces superiores. El fósforo aumenta la resistencia de la cebada al frío invernal, interaccionando la respuesta del cultivo con la temperatura, especialmente en suelos con escaso contenido de dicho nutriente.

Cuando el nivel de fósforo en el suelo es bajo, las aplicaciones de nitrógeno reducen la resistencia al frío de la cebada. Ensayos en cebadas de secano y regadío han puesto de manifiesto la falta de repuesta al abonado fosfopotásico cuando su contenido en el suelo es elevado.

Aplicación de otros nutrientes

Con frecuencia, la aplicación de nutrientes secundarios y microelementos a los cereales de invierno no recibe la atención adecuada. Ello se debe, en primer lugar, a que tradicionalmente se han sembrado variedades de bajo rendimiento, con pocas necesidades de estos nutrientes que eran satisfechas por el suelo.

Otra razón ha sido la utilización en estos sistemas de cultivo de abonos orgánicos en abundancia y de fertilizantes de menor concentración, como el sulfato amónico y el superfosfato de cal entre otros, donde está presente el azufre y otros nutrientes secundarios y microelementos, aunque en bajas concentraciones.

La intensificación de la producción  agrícola de los últimos años ha cambiado esta situación. Actualmente se siembran variedades enanas de alto rendimiento y se emplean por su mayor economía fertilizantes de alta concentración que contienen menos nutrientes en forma de impurezas o iones asociados.

Los abonos orgánicos también son menos empleados por su escasez y elevado coste de aplicación en muchas zonas. Por todo ello se hace necesaria, más que en el pasado, la aplicación de estos nutrientes a los cultivos a fin de preservar íntegramente la fertilidad del suelo y la productividad agrícola.

La deficiencia de azufre puede corregirse aplicando fertilizantes que lo contengan, como abonos complejos con azufre, sulfato amónico o superfosfato o aplicando otras materias como sulfato cálcico (yeso) o azufre elemental, aunque el efecto acidificante de este último aconseja su empleo en suelos básicos, siendo su oxidación muy lenta en algunos suelos. Aunque el trigo no tiene altas necesidades de azufre, cada vez manifiesta con más frecuencia síntomas de deficiencia en este nutriente, desde el ahijado hasta el comienzo del encañado.

Los requerimientos moderados son aún satisfechos en la mayoría de los suelos profundos, poco sensibles a la lixiviación de los sulfatos, si bien no son tan móviles como los nitratos. Sin embargo, pueden aparecer carencias muy marcadas en los suelos arcillosos con caliza y en los arenosos y limo-arenosos con bajo contenido de materia orgánica.

Puede haber respuesta a la fertilización azufrada cuando el nivel del análisis del suelo en SO4 es menor de 3 ppm en el perfil de 0-60 cm, o cuando la relación nitrógeno/azufre en la planta es superior a 16. El nivel crítico de carencia en las hojas es de 0,3 ppm entre ahijado y encañado.

En los suelos donde se obtienen altos rendimientos de trigo usando fertilizantes sin azufre, debe vigilarse especialmente el nivel del mismo y aplicarlo en el futuro. La aplicación directa de azufre  debe realizarse entre mitad de ahijado e inicio del encañado, utilizando SO3 a razón de 40 kg/ha.

La aplicación foliar con sulfato amónico o azufre elemental micronizada es más efectiva. Las mayores necesidades de magnesio de los cereales de invierno, especialmente el trigo, se presentan en los suelos lixiviados, arenosos y calizos. Un contenido de magnesio en hojas y tallos inferior a 0,14%, en la fase de zurrón, indica una deficiencia.

El magnesio se puede aplicar al suelo (18-36 kg Mg/ha) o en pulverización foliar con sulfato de magnesio. Es bien conocido que el intervalo entre el umbral de carencia y el de toxicidad es, a veces, muy estrecho para algunos microelementos.

Con frecuencia existen carencias inducidas (antagonismos entre elementos mayores y menores) más que verdaderas deficiencias. El agricultor tiene básicamente dos alternativas para eliminar las carencias en microelementos:

  • Curativa, mediante aplicaciones foliares. El diagnóstico será confirmado por la respuesta positiva a la aplicación o por el análisis del suelo que determinará el origen de la carencia.
  • Preventiva, aplicando al suelo los elementos necesarios, sobre la base del análisis del suelo, destinados a corregir las deficiencias. En carencias inducidas se puede actuar mediante labores del suelo que permitan una mejor exploración radicular, reducción temporal de la aportación de elementos menores, etc. La aplicación preventiva de microelementos sólo es necesaria si su contenido en el suelo es claramente insuficiente.

RECOMENDACIONES DE ABONADO 

Teniendo en cuenta las extracciones y consideraciones que sobre el abonado del trigo y la cebada se han realizado, la tabla 16.5, elaborada por ANFFE, presenta una orientación para la aplicación de nutrientes en base a distintos niveles de la producción esperada. A modo de ejemplo, y considerando los principales tipos de fertilizantes comerciales fabricados en España, la tabla 16.6 incluye un programa de fertilización del trigo y la cebada para niveles de producción y diferentes clases de suelos.